La clase media baja

“Cuando el Gobierno quiere destacar la salida de la crisis, nunca habla de la clase más empobrecida”

Kayros
21:15 • 07 abr. 2014

Reconozco que estos lenguajes, más propios de otras épocas, ya no se utilizan con el mismo sentido y con la misma amplitud que en la vieja política de bloques. Sin embargo la actual crisis económica ha removido tanto los fondos sociológicos como los del vocabulario político. Hoy hablamos de clases sin Marx así como de pobres y ricos. Cuando así lo hacemos es porque de alguna manera todavía las categorías antiguas sirven para describir la realidad. 


Circunscribiéndonos a España podemos afirmar que la clase más castigada es la media baja. Dicha clase no es propiamente de derechas ni de izquierdas, no tiene ideología. En el pasado fue franquista, luego votó a la UCD, luego a Felipe González y a Zapatero y ahora a Mariano Rajoy. Antes de la crisis consiguió niveles de bienestar a tono con la modernización del país y las libertades democráticas. Sus grandes aspiraciones de siglos que eran tener acceso a la enseñanza superior y la sanidad pública encuentran hoy grandes dificultades. Más todavía, el derecho al trabajo. Hay familias que en la bonanza, con todos sus miembros empleados, lograron comprar piso hasta hacerse con barquito en la playa para los veraneos. Hoy el piso está a punto de desahucio, los miembros en paro, y el barquito enseña el cartel de se vende en el puerto. Noten ustedes algo curioso. En todas las declaraciones del Gobierno, ministros económicos sobre todo, cuando quieren destacar ya la salida de la crisis, nunca mientan los padecimientos de esta clase. Les interesa hablar más bien de los bancos, del crecimiento de nuestras exportaciones, del capital extranjero y del triunfo de nuestras grandes empresas, pero nunca, nunca, del empobrecimiento de estos españoles, bastantes de ellos viviendo ya del retiro de sus padres. Cunde la preocupación entre los católicos por el número de matrimonios civiles que realizan las familias cristianas. En realidad, no es un problema de fe sino de bolsillo. A la vista de los divorcios que ha traído la crisis, las parejas prefieren casarse por el ayuntamiento antes que por la Iglesia. Arreglar luego el fracaso a través de la sacristía cuesta más. La clase media no mendiga, pero va a Cáritas entrando por la puerta excusada.







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