GGibraltar no ocupa un lugar prioritario en la agenda de la vida política nacional. Lo prioritario es solucionar el paro, crear trabajo, zanjar el desafío separatista, acabar con el drama de los desahucios y preservar los servicios del Estado del bienestar.
No es prioritario, pero es una piedra que desde 1713 oprime el zapato español. Todo el mundo sabe que su condición de territorio colonial, paraíso fiscal y base de la Armada británica, plantea una situación anacrónica. Hasta el último ciudadano sabe que Gibraltar es español y, que, en consecuencia, al tratar con las autoridades británicas de La Roca todo lo que rebase los asuntos de frontera y pesca es susceptible de ser inconveniente. O desleal.
Estos días, en el transcurso de un "road show" muy estudiado, Fabián Picardo, "ministro principal" de Gibraltar se ha paseado por Madrid. Picardo, un abogado hábil de discurso muy suelto ha logrado poner en evidencia la falta de cohesión de los partidos políticos españoles consiguiendo entrevistas y encuentros con algunos de ellos. En el plano de lo simbólico, supone un tanto a su favor.
Aceptar y publicitar una reunión con él es tanto como ponerse de su lado en una causa que no tiene justificación alguna. De ahí el asombro provocado por la noticia del almuerzo de Picardo con dos dirigentes socialistas: Manuel Chaves, ex presidente de la Junta de Andalucía y el diputado Juan Moscoso.
Asombro ampliado por una declaración previa de la portavoz del Grupo Parlamentario socialista, Soraya Rodríguez, en la que aseguraba que reunirse con Picardo era "inadecuado e inconveniente". Manuel Chaves no podía ignorar que un encuentro con el espumoso político gibraltareño era meter un palo en las ruedas de la política exterior del Reino de España. La asistencia de Moscoso tendría que explicarla él. Sigue, pues, pendiente. Como pendiente está la de José Luis Centella, secretario general del PCE, partido que lleva décadas pidiendo el cierre de los paraísos fiscales.
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