No puedo olvidar ahora la imagen de decepción y ruina que me dejó la lectura de la novela de Philip Roth, “El animal moribundo”( 2oo1). Es la historia de un viejo profesor universitario, crítico cultural, frecuentador de platós televisivos y estrella famosa en la sociedad neoryorquina. David Kepesh, que así se llama el protagonista, está en esa edad en que el sexo anda por encima de todo: ideas, saberes ,planes y maquinaciones. En sus clases, las alumnas más jóvenes, quizá por el antojo de la cultura, los libros y el piano, terminan por acostase con él. El profesor roza los setenta años. Un día aparece en el aula una muchacha nacida en Norteamérica pero de familia cubana originariamente. Uno de aquellos matrimonios que, huyendo de Castro, se instalaron en la Quinta Avenida para muy pronto enriquecerse. La chica se llama Consuelo Castillo y solo tienen veinticuatro años. En el alma del viejo se produce una especie de adoración por la carne fresca. No se olvide que Roth cita la frase de Edna O ‘ Brien: “ El cuerpo contiene la biografía tanto como el cerebro”. Después de una intensa temporada de amor y desengaños, a Consuelo Castillo se le descubre una grave enfermedad. Consulta a tres médicos y el último es taxativo. Se trata de un cáncer de mama. Al profesor se le cae el mundo encima. Entre los celos, el fin de su sexualidad y el temor a perderla para siempre, no sabe cómo escapar de la situación. Animal moribundo, pues. He recordado esta novela porque creo que sirve para evocar al menos la frustración vital y laboral de nuestro jóvenes. Dicen que hay un 50% de desempleo juvenil. En algunos sitios más, hasta un 70%. Muchos de ellos terminaron brillantemente sus carreras. La frustración les viene porque a su alrededor no oyen otra cosa que la salida de la crisis y la recuperación. Como se acercan las elecciones, ahora nuestro Gobierno habla de bajar los impuestos, de no subir el IVA y hasta de prolongar la aprobración de la ley del aborto. Qué providente es este Gobierno aunque la frustración mayúscula proviene de la moral de las élites. Ver a Puyol, a Blesa, a Matas, a Fabra, a Baltar y a Ruiz Mateos llevándose el dinero y ahora pidiendo indultos debe hacer llorar de pena a estos jóvenes que soñaron por una España más pura. Estos jóvenes no pueden casarse ni emprender nada.
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