La dimisión de la ministra

En el ministerio llevan camino de acostumbrarse a la falta de idoneidad o a la manifiesta incompetencia

Fermín Bocos
23:46 • 13 oct. 2014

Cuando esto escribo, la señora Ana Mato sigue al frente del Ministerio de Sanidad. A juzgar por su manifiesta incompetencia (evidenciada en los primeros días de la crisis del ébola) se llega a la conclusión de que para desempeñar tan elevada encomienda fue elegida no por su pericia profesional sino por su amistad con quien manda. No tenemos suerte con Sanidad. En el ministerio llevan camino de acostumbrarse a la falta de idoneidad o a la manifiesta incompetencia profesional (y política) de algunos de los titulares de la cartera. Todavía recorre las dependencias del Ministerio algún bedel que guarda recuerdo de un ministro (Jesús Sancho Rof) que ha pasado a la Historia por su ignorancia. 


Ante la intoxicación provocada por la ingesta de aceite de colza, contaminación masiva que provocó más de trescientos muertos, declaró que todo era obra de "un bichito" que perecería si se le dejaba caer desde lo alto de la mesa de su despacho. Cuando la epidemia de las "vacas locas", la entonces ministra de Sanidad (Celia Villalobos) frivolizó hablando de recetas de caldo de huesos de vaca frente al riesgo real que corrían los ciudadanos afectados por encefalopatía espongiforme, una enfermedad de etiología confusa. En la anterior legislatura fue otra ministra, Leire Pajín, quien también desconcertó a propios y extraños con sus parvos conocimientos en materias relacionadas con la Sanidad. Y, una diplomática, Trinidad Jiménez, hubo de enfrentarse la gripe aviar. 


Es la política y sus circunstancias partidistas -no los conocimientos y la competencia profesionales- quienes deciden los nombramientos para una cartera de rango tan principal como debería ser la de Sanidad. Para ilustrar el grado ancilar que ocupa la Sanidad en la composición de los gabinetes ministeriales hay que empezar por recordar que la Sanidad está transferida a las comunidades autónomas y eso equivale a decir que no es una prioridad estatal. España es diferente. 







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