Acostumbrado a escuchar todos los días a los portavoces de los partidos políticos, he llegado a la convicción que no hay otro oficio más triste y patético. Te enterabas de algo desagradable. Los periódicos repetían sin cesar ciertos casos de corrupción. Una veces el tocado era un alcalde. Otras un presidente de la Diputación o quizá algún constructor afín al poder real. Enseguida aparecía el portavoz quitándole hierro al asunto y dando cumplida respuesta al deseo de saber de las grandes masas. No es para tanto, oiga, que en todas partes cuecen habas, decía el defensor oficial. Y así un año y otro, una rueda de prensa y otra rueda de prensa. Callar al PSOE. Buscarle las cosquillas a Podemos. Hacer retroceder a la jauría en la calle. Por razones de mi oficio, siempre atento a los problemas del PP, ningún portavoz me resultaba más patético que Alfonso Alonso, el hombre a quien ahora Rajoy acaba de nombrar ministro de Sanidad. Si soy sincero, creo que se lo tiene bien merecido porque informar sobre Gúrtel o sobre los papeles de Bárcenas sin perder los nervios, no flaquear nunca en su misión de decir la verdad estando metido hasta el cuello entre pufos de corrupción es desde luego para nota. Hay días que me preguntaba. ¿Cómo vivirá este hombre teniendo que dar cuenta todos los días de las escapadas de Rajoy así como de las acusaciones de financiación B de su partido? Bien, pues ahora Alfonso Alonso, quien dicen que es la mano derecha de la vicepresidenta, va a ejercer de político puro. De arreglar la información del PP pasará arreglar la sanidad española con sus problemas hospitalarios y sus enfermos tirados por los pasillos. Dicen que también tendrá que ocuparse de cuestiones delicadas como la modificación de la ley del aborto. A ver cómo contenta a la Iglesia y a las familias católicas. Por si fuera poco, es posible que el nuevo ministro tenga que intervenir también en los problemas atrasados de la dependencia así como en los del copago, herencia de su antecesora -Ya sabemos que no hay nada que detenga a un político político-. Quien tanto luchó al menos de palabra por aclarar la corrupción de su partido, bien puede aclarar el problema sanitario. Como dijo Borges: “Algún día merecemos vivir sin Gobiernos”.
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