No sé usted, pero yo he perdido la cuenta de la cantidad de whatsapp que he leído durante estas fiestas. Supongo que le habrá pasado como a mí: los ha leído ingeniosos, soporíferos, simpáticos, agudos, patéticos, divertidos, escabrosos, insultantes, ilegibles, bondadosos, sarcásticos, inocentes… Y hasta inesperados. Eso me ocurrió con uno el 23 de diciembre. Apenas faltaban treinta minutos para que comenzara a sonar El Mesías, de Haendel, en el Auditorio Municipal Maestro Padilla. Me resultó extraño recibir un mensaje de una de las componentes del Coro de la OCAL, porque precisamente esa noche sus miembros y los músicos de la Orquesta Ciudad de Almería protagonizaban el Concierto de Navidad programado por el Ayuntamiento de la ciudad. Me inquietó el aviso sonoro del teléfono.
Hacía tiempo que no hablaba con Irene, y lo primero que se me pasó por la cabeza fue que se había tropezado con algún necio en las instalaciones municipales. No fue así. Todo lo contrario: “Acabo de estrenar el nuevo ascensor del Auditorio!!! Qué alegría. Casi me hago una foto con él!! Muchas gracias por el esfuerzo que habéis hecho desde Verdiblanca para que todo esté mejor adaptado para gente como yo". No hay de qué; para eso estamos, debería haberle contestado. Pero no me salían las palabras. La emoción de pensar que una mujer apasionada por la música desde que era joven, que ha sido durante lustros subida a peso hasta el escenario del Maestro Padilla y que ya no tendría que verse nunca más degradada a tal vileza, me invadió de sentimiento y sólo pude pensar que había sido la mejor felicitación navideña que había recibido.
La reciente obra de mejora para la accesibilidad realizada por las Áreas municipales de Fomento y de Cultura está más allá de una promesa del alcalde de Almería en un pronto ante la impotencia, la indignación o la reivindicación del colectivo de la discapacidad. Por que no es sólo que una cantante en silla de ruedas pueda acceder de manera autónoma al escenario donde actúa el resto de sus compañeros; o de que por primera vez en quince años haya visto cómo son los camerinos del Auditorio y poder cambiarse en ellos. Es la posibilidad de hacer feliz a la gente. Es esa música interior con la que de repente escuchas coros celestiales, trompetas y timbales que te invitan a afrontar la vida con pasión, a resurgir de las cenizas y a luchar contra todos los obstáculos que encuentras por el camino. Aunque no por ello vamos a estar siempre complacientes ante tanta incomprensión y negación de los derechos que protegen y promocionan a las personas con habilidades diferentes para facilitar nuestra inclusión. Deseo que esta actuación y otras que están teniendo a cabo, sean un anuncio de todo lo bueno que queda por venir este año que comenzamos; que seamos capaces entre toda la ciudadanía de apoyar solidariamente los derechos de quienes tenemos unas necesidades especiales y que los esfuerzos que hagamos desde colectivos sociales no sean para recuperar el tiempo perdido sino para hacer más felices a gente que necesitan nuestro apoyo.
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