Alo largo de los últimos días los portavoces del socialismo andaluz andan con una palabra metida entre ceja y ceja: “estabilidad”. Ese es el término sobre el que han decidido levantar un nuevo insulto a la inteligencia, al sentido común y a las necesidades de los andaluces. Y así, en pos de una presunta estabilidad, la presidenta Susana Díaz va a escribir un nuevo capítulo de su permanente fuga de Andalucía convocando unas elecciones tan anticipadas como innecesarias y que tan sólo se justifican en el indisimulado interés de la señora Díaz de ser algo distinto a presidenta de la Junta. Las aspiraciones de estadista mundial que ha acreditado en tres años de variopinto álbum fotográfico tendrán para ella mejor encaje en ámbitos de corte nacional o acaso internacional, porque para ella los problemas de los andaluces, sus necesidades e inquietudes no son más que un nuevo peldaño en la escalera en que ha convertido su vida. Pero a mi juicio la verdadera estabilidad se consigue trabajando con criterio, gestionando con orden y previendo las necesidades de los ciudadanos. Pero doña Susana está permanentemente a lo suyo, que no es otra cosa que su carrera política. No estamos, por tanto, ante un asunto de inestabilidad, sino de ineficacia. Los andaluces tenemos que soportar la carga de un gobierno fruto de un pacto de perdedores que, a la larga, se ha revelado completamente inútil e imperdonablemente ineficaz. Mientras que Andalucía sigue siendo una de las regiones de Europa con mayor nivel de desempleo, su gobierno se dedica a hacer cálculos electorales, a fabricar escenarios de incertidumbre y a generar soluciones para el Partido Socialista mientras que vuelve a despreciar su obligación de dar respuesta a las necesidades de los andaluces. Con sus últimos movimientos, Susana Díaz está demostrando una vez más que los andaluces estamos a la cola de su lista de prioridades e intereses, por mucho que se empeñe en decir lo contrario. Si alguien duda de lo que digo, que recuerde los encendidos elogios que la presidenta ha dedicado a la provincia de Almería y que recuerde después la larga lista de retrasos, olvidos y abandonos infraestructurales que acumulamos los almerienses por culpa, precisamente, de la Junta de Andalucía. Frente a esa actitud tan profundamente clientelar y apegada de manera ridícula a las decisiones del líder, los populares estamos demostrando que no somos iguales a los socialistas. Naturalmente que no. La presencia esta semana en nuestra provincia de la cúpula del Partido Popular Andaluz ha servido para trasladar a la sociedad almeriense el mensaje claro de que mientras que otros están más pendientes de los cambalaches de su partido, en el PP estamos al lado de las personas. Cerca de la gente, porque somos el partido de la gente. De los andaluces que quieren algo diferente para Andalucía.
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