Al alcalde de Almería le persigue una frase como si fuese su propia sombra. Salió de su boca como diciendo ahí la llevas, por si te sirve: "La realidad es que el Gobierno no está en condiciones de dar 250 millones de euros ni aquí ni en Vladivostok". Ese día sentenció y condenó a muerte el proyecto de soterramiento.
Aquella declaración de intenciones, allá por abril de 2012, está a punto de cumplir tres años, un tiempo que nuestros vecinos de Murcia han aprovechado de manera decisiva. Sus compañeros del PP en esa ciudad, al contrario de lo que él hizo, no renunciaron a este proyecto, siguieron reivindicando su ejecución y el Gobierno acaba de anunciar que se pone manos a la obra.
Lástima que aquí no se haya tenido la voluntad política que sí se ha tenido en Murcia. Lástima que aquí se defienda un mini soterramiento – si es que incluso se puede llamar así- en El Puche. Lástima también que las autoridades municipales hayan tenido tan poca altura de miras y que no hayan peleado por aquello en lo que todos los almerienses, por una vez, nos pusimos de acuerdo.
Almería y los almerienses perdemos con la decisión del Gobierno de Rajoy de llevar a cabo el soterramiento en Murcia y no en Almería mucho más que una millonaria inversión. Perdemos un proyecto que transformaría la ciudad y la impulsaría definitivamente.
Renunciar a esta aspiración es renunciar al futuro, al desarrollo económico de nuestros sectores productivos, al atractivo de una ciudad que dejaría definitivamente de estar dividida.
Es lo que tiene pensar en pequeño, que solo se puede aspirar a cosas muy pequeñas. Con trenes del siglo pasado, sin noticias del AVE y con proyectos que se nos han escapado de entre los dedos, cuando los teníamos a nuestro alcance, no nos podemos permitir el lujo de tirar la tolla a la más mínima de cambio. Si nosotros mismos no somos capaces de luchar por nuestros intereses ¿quién lo hará?
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