Aborto libre...?

María Cassinello
01:00 • 25 mar. 2015

Oí decir alguna vez que el hombre es el único animal, por algo como es el espíritu y el alma, superior a los demás, que come sin tener hambre, bebe sin tener sed y copula sin estar en celo, y a  esto le encuentro   relación con el tan traído y llevado tema de la Ley del aborto. 


En un aborto hay una parte, que aunque muda en ese momento, es un ser vivo y por lo tanto parte interesada. Hoy muda, si, pero de máxima importancia en esta decisión. La defensa de la vida suele  basarse en razones éticas, generalmente de moral religiosa, discutiéndose en principio si “el feto,  es un ser portador de derechos y deberes desde el momento de la concepción”. Pero  el óvulo fecundado es algo vivo, un proyecto de ser, con un código genético propio  que con toda probabilidad llegará a serlo del todo si no truncamos artificialmente  el proceso de viabilidad, por lo que el aborto es ” interrumpir vida”.


No es lo mismo  suprimir a una persona que impedir que un embrión  consume su desarrollo. El feto carece de voz, mas  como proyecto de persona que es, parece natural que tomemos su defensa porque es una parte del litigio. El feto ha sido concebido.  El aborto no es matar,  sino interrumpir una vida, no es lo mismo asesinar a una persona que impedir que un embrión consume su desarrollo.   Lo importante en este dilema es que el feto  aún carece de voz pero, como proyecto de persona que es, parece natural que  alguien  tome su defensa puesto que es  el débil del litigio.




La socióloga americana Priscila Conn, en un interesante ensayo, considera el aborto  un conflicto entre dos valores: santidad y  libertad, pero tal vez no sea el punto de partida adecuado  para plantear el problema.  El término santidad incluye  un término religioso  en la cuestión, pero desde el momento que no se legisla únicamente para creyentes convendría buscar otros componentes ajenos. 


En lo concerniente a la libertad  hay que reconocer al feto tal derecho y resolver entonces  en nombre de qué libertad se le puede negar  a un embrión la de nacer. Los partidarios del aborto sin limitaciones piden libertad para su cuerpo, eso se podría aceptar, siempre que en su uso no hubiese  perjuicio para un tercero  porque esa misma libertad podría exigir el embrión, si dispusiera de voz.  Antiguamente, el progresismo respondía  a “apoyar al débil”. Años después, el progresista añadió la defensa de la naturaleza, del  obrero frente al patrono, el niño frente al adulto, el negro frente al blanco. Había que tomar partido por ellos, había que oponerse a la carrera de armamentos,  la bomba  atómica y al  patíbulo. La vida era lo primero, lo que procedía era mejorar su calidad para los desheredados e indefensos. Mas surgió el problema del aborto  en cadena, libre y con él la polémica de si el feto era o no persona  y ante él el progresismo vaciló: el embrión era vida pero no persona  mientras que la presunta madre lo era y con capacidad de decisión, no se pensó que la vida del feto era una vida desprotegida, mucho mas que la del obrero o la del negro,  quizás porque el embrión carecía de voz y voto y políticamente era irrelevante. 




Y  empezamos a ceder en unos principios que eran inmutables: la protección del débil y la no violencia con el embrión, ¿podía atentarse impunemente, nada importaba su debilidad  si su eliminación se efectuaba mediante una forma violenta indolora?  Y  algunos progresistas se dijeron: Esto va contra mi ideología. Si el progresismo no es defender la vida más pequeña y menesterosa, precisamente en la era de los anticonceptivos ¿Qué pinto yo aquí?  Para estos progresistas que aún defienden a los indefensos  y rechazan cualquier forma de violencia, la náusea del aborto se debe producir igualmente ante una explosión atómica, una cámara de gas o un quirófano esterilizado.





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