Los vectores que dibujan cada mes en nuestra provincia las gráficas del desempleo ordinario son inversamente proporcionales a las mismas líneas que pintan el ascenso de los contratos de trabajo de personas con discapacidad. Pero lejos de la creencia generalizada de que ese tumbo a las estadísticas lo provocan las empresas de cualquier sector, hay que llamar la atención sobre el ingente esfuerzo que hacen en este logro los Centros Especiales de Empleo. El resultado de esas gráficas no es caprichoso. Obedece a una acertada planificación de los gestores de esas empresas sociales que, en su mayoría, dependen de asociaciones del sector de la discapacidad.
Son entidades sujetas igualmente a auditorías externas de calidad, a la recaudación de impuestos, a la inspección laboral, a formar a su plantilla o a procurar salarios dignos. Y todo esto sin perder del horizonte la competitividad y la prestación de servicios con la rivalidad que aprieta el mercado comercial. Para interpretar este fenómeno sólo es necesario echar un vistazo al incumplimiento paulatino que la empresa ordinaria hace con respecto a la reserva de cupo del 2% por cada 50 personas en plantilla. Desde que en 1982 la legislación obligara a insertar a personas con discapacidad, los porcentajes de inclusión no llegan ni a los mínimos exigidos. Sin embargo, esa misma normativa daba la oportunidad de crear centros especiales de empleo, en los que su plantilla debían contar con al menos un 70% de trabajadores o trabajadoras con discapacidad. El resultado hoy es apabullante.
Hablar en Almería de los CEE es hablar de multiplicidad de modelos de gestión solventes que, lejos de destruir empleo en un sector con aparentemente limitaciones, es la tabla de salvación de miles de personas en riesgo de exclusión social. Pero también están guardándoles los muebles a las diferentes administraciones, pues no están sumando en sus coordinas cartesianas desempleados con discapacidad. El mantenimiento de puestos de trabajo en este sector por parte de los CEE, contribuye también a adecentar la imagen pública que las instituciones deben dar sobre las carencias de las políticas sociales.
Para acallar las mentes mal pensantes que desprecian la mano de obra de una persona con discapacidad, o que repudian la estética de una deformación física, sensorial o intelectual en el mostrador de su empresa o que minusvaloran la eficacia de un servicio prestado por un centro especial de empleo, hay que sacudirles su ignorancia y desvelarles que los CEE en Almería proporcionan el 80% de los contratos que se hace en este sector; y aportan a la economía general mucho más de lo que reciben por ayudas, pues por cada 100€ que las administraciones públicas invierten en los CEE, éstos retornan 253€. Así que lejos de ser una pasarela previa a la empresa ordinaria, son el verdadero pulmón y motor de la generación de empleo de la discapacidad. Inversamente proporcional a la creencia ficticia de los procesos de integración laboral.
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