Hubo un tiempo en el que se le abría la puerta a todo el que tocaba al timbre. Echabas un vistazo por la mirilla, veías que era un tipo con traje y corbata y lo invitabas a pasar. Con ese irracional desprendimiento lo sentabas en tu salón y en cinco minutos te estaba vendiendo una enciclopedia a pagar en cómodos plazos. Y tan feliz. Desconcertado, pero feliz.
Te persuadía por agotamiento, en eso radicaba su éxito. No le importaba el tiempo que tuviera que dedicar a conseguir su objetivo. Aún así, lo realmente increíble de su oficio era que cuando creías haber encontrado la manera de decir que no, te metía de nuevo en cintura. Qué profesionalidad.
Y ahí estabas tú, en ese punto de no retorno en el que te veías completamente perdido. Habías resistido todo lo humanamente posible pero, a esas alturas, ya eras plenamente consciente de que no habría otra salida que comprar la maldita enciclopedia.
Hoy en día es difícil que alguien así toque a tu puerta. La gente ya no es tan inocente ni tan considerada con según qué cosas y eso, créanlo, amedrenta al más voluntarioso de los vendedores. No es el caso, sin embargo, de alguno de nuestros políticos.
Verán por qué lo digo. El diputado por Almería y portavoz del Partido Popular en el Congreso, Rafael Hernando, se puso hace poco un impecable traje de vendedor a domicilio al apuntar que se crearían más de 7.800 puestos de trabajo en la provincia durante este año. Eso sí, lo dijo solo unos días antes de conocerse que el paro subió durante el mes de abril en casi 800 personas.
Hernando, a pesar de todo, insiste en tocar el timbre con una previsión de empleo para 2015 basada en el método popularmente conocido como “al voleo”. Así, con más voluntarismo que otra cosa, trata de convencernos de que le compremos la enciclopedia de la propaganda, firmada por el mismísimo Mariano Rajoy, que lleva bajo el brazo. Y ahí sigue, llamando al telefonillo.
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