Evidentemente contrariado y sorprendido, asisto al episodio de inusitada confrontación entre Cajamar y AgrupaEjido.
En el ADN de Cajamar no está precisamente inserta la precipitación y la truculencia en las decisiones que afectan al futuro de millones de euros y miles de personas. Al contrario, Cajamar siempre se ha distinguido por encontrar soluciones intermedias, normalmente adoptadas con suma cautela y midiendo el alcance de sus acciones que rara vez -nunca- culminan con el estrepitoso fracaso de las partes, propiciando titulares de “ruina, liquidación, quiebra, denuncias ante tribunales, señalamiento inequívoco de culpabilidad…”.
La diligencia de los responsables de Cajamar -por lo menos los que yo conozco- es una virtud probada y experimentada en las vicisitudes que han tenido que resolver en asuntos espinosos que han requerido grandes dosis de comprensión y paciencia, alcanzando resultados que jamás se comparecieron con el fracaso y, mucho menos, el escándalo.
Algo ha pasado que escapa a mi comprensión y percepción de los modos y costumbres como para llegar a un punto sin retorno con el indeseable aderezo de acusaciones mutuas.
Sobre lo publicado sobre Cecilio Guillén (mayor accionista de AgrupaEjido), he de lamentar el apresurado y equivocado currículo que se le atribuye como “el Tsipras del campo” o un empresario alocado y de costumbres disolutas.
En esta tierra abundan arribistas de aluvión y legión de menguados que critican sospechando de todo éxito y deleitándose en los fracasos ajenos. No faltan los que critican a Guillén por la diversificación de su actividad que, nacida de la agricultura, se extendió por otras empresas y geografías no sin un esfuerzo económico y amplia nómina de empleados a los que, a diferencia de Tsipras, jamás ha dejado ni dejará a la intemperie.
Sería bueno reflexionar sobre los ahora censores de la diversificación que dicen “zapatero a tus zapatos”. ¿Acaso Cecilio Guillén es el único empresario almeriense que abrió negocios al margen de la actividad matriz?
Mucho cluster, nicho de mercado, oportunidades de negocio, altura de miras, internacionalización… Todos estos palabros de masterización no existían cuando Cecilio ya estaba de vuelta de invertir en sectores diversos y en diferentes países. Posiblemente Guillén se haya equivocado (malos consejeros con aviesas intenciones) en algunas inversiones, pero también es el que más inversiones ha promovido en esta tierra atestada de iniciativas que condujeron a la improductiva melancolía.
Ahora se impone un ejercicio de sensatez por ambas partes. Tiene que haber soluciones para evitar el anunciado como desastre irreversible. Cecilio es, con sus defectos y virtudes, un emprendedor valiente, imaginativo y generoso que necesita cualquier cosa menos el desprecio y la apresurada condena.
Me consta que Cecilio Guillen sueña con ver a AgrupaEjido surgir con ímpetu y que no se le va de la cabeza el futuro de los trabajadores y agricultores que le trasladaron su confianza. Así mismo, sé que desea reconducir y reparar las relaciones con Cajamar a pesar de los desencuentros que incomprensiblemente alguien haya podido elevar a extremos desconocidos hasta la fecha.
Prefiero seguir creyendo en la generosidad e inteligencia de ambas partes. En ello nos va el futuro de muchas familias, la credibilidad de nuestra primera fuente de riqueza y la confianza en nosotros mismos; que no es poco.
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