La primera vez que conocí Málaga fue el anochecer del 4 de febrero de 1988. Después de cinco horas de carretera endiablada en la que el hastío de curva tras curva sólo se matizada por la belleza de un paisaje de mar y azules, la llegada a la Alameda me pareció el paraíso. En aquel tiempo yo no había leído a Kavafis, pero años después comprendí que la razón poética que encerraban sus versos cuando en Viaje a Itaca defiende que lo importante es el camino, no el destino – Pide que tu camino sea largo, rico en experiencia, en conocimiento (…) Llegar allí es tu meta. Más no apresures el viaje-, en algunos trayectos mundanos no siempre es deseable.
Almería nunca ha sido destino porque nunca tuvo caminos por los que llegar. Durante siglos ha sido una provincia aislada por carreteras que alejaban en vez de acercar, que desunían en vez de unir, que descosían la geografía de un territorio en vez de coserla con los hilos invisibles (pero invencibles) del conocimiento compartido con quienes nos rodean y con quienes compartimos las mismas señas de identidad.
Con la inauguración el pasado miércoles del último tramo de la autovía a poniente se cierra un viaje que se antojaba interminable. Almería limita al norte con la autovía de Granada, al este con la de Murcia, al oeste con la de Málaga y al sur con el mar. Llegar a las tres provincias más cercanas ya no es una quimera, es un paseo.
Un paseo que ha costado mucho, pero que ha tardado más. 19 años desde que el ministerio de Medio Ambiente aprobó la resolución 23968 en la que se formulaba declaración de impacto ambiental para el estudio informativo del tramo Motril- Adra. Claro que, como en cualquier drama, siempre hay poso de comedia. El de esta obra ya venía de fábrica: A pesar de que la resolución ministerial es de 29 de julio del 96, la resolución no fue publicada en el BOE hasta el 30 de octubre de ese año, 93 días después de su aprobación. Si en publicar un puñado de líneas se tardaron casi cien días, cómo extrañarse de que en construir 60 kilómetros se haya tardado 19 años; en fin…
Dicen los ingleses que no hay nada más estúpido que azotar un caballo muerto y no seré yo quien pierda energías ahora en criticar tanta tardanza. Detenerse a contemplar al pasado lleva al riesgo de no mirar el futuro y es el mañana y no el ayer lo que nos va a hacer avanzar.
Por eso, ahora que ya está casi completado el mapa de autovías- faltan los tramos del Almanzora y la conexión del levante de la capital con la A7 por Viator-, a lo que hay que aprestarse es a aprender de lo ocurrido en tan largo viaje y sacar las conclusiones de cómo y por qué se ha tardado tanto en unir Málaga con Almería y qué hay que hacer para que algunos errores no se repitan, ni en las obras pendientes, ni- sobre todo- en el reto más importante que tenemos planteado los almerienses en la actualidad, que no es otro que la llegada de la Alta Velocidad.
No sé usted, pero yo siempre he tenido la sensación de que nuestros paisanos andaluces de Granada y Málaga y nuestros vecinos fronterizos de Murcia nunca han realizado la presión necesaria para llegar hasta Almería por autovía. Málaga siempre ha mirado más hacia Cádiz; Granada hacia Murcia y Murcia hacia Alicante. No es una crítica hacia esas prioridades porque esas opciones tienen su lógica geoestratégica y económica; lo reprochable es el velo del desdén con que nos han mirado. No es victimismo, son datos: Málaga está unida por autovía y autopista con Algeciras desde hace años, con Almería desde el miércoles; Murcia nunca propició con verdadera exigencia la autovía con Almería, de hecho, el tramo Almería – Puerto Lumbreras se terminó antes que el Puerto Lumbreras- Murcia; y Granada llegó hasta Guadix y pasó de largo hasta la región murciana. ¿Culpa de los gobiernos de PSOE y PP en Madrid y de los socialistas en Sevilla? Sí. Pero también de las autoridades locales de esas provincias que no supieron o no quisieron mantener un nivel de exigencia de intensidad similar al que plantearon con otras provincias.
Pero nosotros también tenemos nuestra responsabilidad en tanta tardanza y tanto olvido. Los almerienses no sabemos reivindicar y, sobre todo, no somos constantes en la reivindicación; es como si la tensión sostenida nos diera miedo.
Ahora, con el reto del AVE, tenemos una oportunidad colosal para demostrar que hemos aprendido la lección. ¿Cómo hacerlo? Tejiendo alianzas con nuestros vecinos de Murcia en general y del campo de Lorca en particular para exigir al gobierno que salga de las urnas en diciembre- sea el que sea- que las obras no sólo no se detengan, sino que se amplíen los compromisos de inversión para agilizarlas.
No podemos esperar indefinidamente a lo que por justicia y por rentabilidad socioeconómica tenemos derecho; o al menos tanto derecho como Orense, Murcia, Granada o León.
Almería ha dejado de ser una isla por carretera. Si permitimos continuar siéndolo por ferrocarril no tendremos derecho a mirar a la cara a nuestros hijos mientras asumamos como una maldición bíblica que el tren siga tardando en llegar a Madrid siete horas.
A ver si esta vez tenemos lo que hay que tener: Rigor en el planteamiento, fortaleza persistente en la reivindicación y estrategia inteligente en las alianzas.
Piénselo en esta mañana de domingo; verá que no es tan difícil.
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