Entre unas cosas y otras, me he pasado la vida cerca de los instrumentos del conocimiento, es decir, en el archivo. la biblioteca, la librería y la apacible gente de la enseñanza. Modestamente, creo que puedo calibrar en mi vejez la felicidad que producen los libros junto a las desgracias tanto personales como colectivas que ocasiona la falta de los mismos.
A principios de la posguerra tuve un maestro machadiano que inculcó la necesidad de la cultura para salir de aquel estado de necesidad en que vivíamos. En el pueblo se comentaba bastante la suerte que habían tenido ciertas familias para sacar a sus hijos a colegios de fuera. El resto estaba condenado a las labores del campo. Muy de niño pude darme cuenta del abandono intelectual en que envejecían mis paisanos. Si todavía hoy hace falta un curso universitario para entender el recibo de la luz, imaginen aquellos tiempos sellados por el miedo al sargento de la Guardia Civil y la cartilla de racionamiento. Me parece tonto recordar a estas alturas la necesidad de los libros. Sin embargo quizá no esté de sobra tener en cuenta que aún quedan en el planeta casi mil millones de seres humanos que no saben leer. Tiene mucha razón la niña Malala, Previo Nobel de la paz, cuando afirma que la lectura es la mejor arma de liberación universal. Jorge Luis Borges identificaba la biblioteca con el universo. Necesitaríamos toda la vida para enterarnos de una familia de pájaros o de peces. En la biblioteca, en cambio, se facilita el acceso no solo a los misterios de la naturaleza sino a los sueños de los hombres, con sus triunfos y derrotas, con sus descubrimientos científicos y sus anhelos de vida mejor.
Acabo de enterarme que se está preparando una nueva ley de educación. No falla. Cada cierto tiempo un terremoto remueve la estabilidad de la familia docente. Lo curiosos es que ahora quieren relacionar el sueldo de los profesores con la productividad. Ya verán como pronto suenan las trompetas de la batalla entre conservadores y progresistas. La gente libre tiene al menos los libros, Mientras en los medios de comunicación comienza los primeros bombazos , nosotros a lo nuestro, a leer tranquilamente en el silencio de la biblioteca, del archivo o de la librería.
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