Dice la Carta de la Tierra, en el inicio del preámbulo: “Estamos en un momento crítico de la historia de la Tierra en el cual la humanidad debe de elegir su futuro”, y no sé si la humanidad estará a la altura de las circunstancias en los próximos días en Paris, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, lo que sí está claro, como dice Florent Marcellesi, portavoz de EQUO en el Parlamento Europeo: “el cambio climático será la gran lucha del ser humano en el siglo XXI”. La humanidad no puede permitirse ni un grado más, ni una especie menos. Cuando una especie se extingue ya no hay marcha atrás. Nos vemos abocados a un futuro de película apocalíptica, pongamos por caso: “El planeta de los estúpidos”. Según ACNUR (Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados) aproximadamente dentro de 50 años habrá 1.000 millones de personas en éxodo climático y no por guerras. Urge tomar medidas a nivel global, pero mientras tanto podemos actuar a nivel local.
Un revelador estudio, realizado por el Programa de Ambiente y Energía de la Universidad de Stanford, publicado hace unos días, dice que España podría ser 100% renovable en el 2050: solar (51%), eólica (35%), hidráulica (12%) y otras tecnologías el 2% restante (undimotriz o de olas, mareomotriz y geotérmica). Entre el ruido que se avecina en la campaña electoral vamos a ver cuántos partidos van a hablar de esto. Apostar por las energías renovables en el país, y dejar de hacerle palmas a las grandes petroleras e hidroeléctricas, se traduce que en los próximos 40 años, según el informe, se crearían más de 146.725 empleos en la construcción y 153.638 para la operación de las instalaciones. La ecología es el futuro del empleo. Además se paliaría la inseguridad internacional en la que nos vemos sumergidos en la actualidad, ya que las fuentes de energía harían que los precios de la misma fueran más estables, puesto que no dependeríamos de los mercados del petróleo. La geopolítica es una de las grandes culpables de esta inseguridad. Tenemos que ser conscientes ya de que el planeta no tiene recursos ilimitados y, por tanto, la economía no se puede basar en el crecimiento desmedido que estamos llevando a lo largo de los dos últimos siglos. Una de las consecuencias de este crecimiento inconsciente, avaro y depredador es el cambio climático, que ha afectado a la disponibilidad de agua potable, sequías, inundaciones, huracanes, etc. convirtiéndose en “la causa de mayor migración en el mundo con más de 30 millones de personas en el 2011”, asegura Rosa Martínez, coportavoz de EQUO. Quizás no hemos avanzado mucho en concienciarnos y en reconducir el problema, porque no lo hemos trasladado a términos de justicia y equidad social, quedándose en ámbitos científicos - técnicos, y como dice Juan López de Uralde, coportavoz de EQUO, “la ciencia no puede resolver el cambio climático”. Para hacer frente a este gran reto del siglo XXI tendremos que llevar a cabo un gran cambio de pensamiento, para poder realizar los cambios sociales que va a conllevar. Dice el Papa Francisco en su Carta Encíclica “Laudato Si”: “hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados para expoliarla” y hace hincapié en “la urgencia y la necesidad de un cambio radical en el comportamiento de la humanidad porque los progresos científicos más extraordinarios, las proezas técnicas más sorprendentes, el crecimiento económico más prodigioso, si no van acompañados por un auténtico progreso social y moral, se vuelve en definitiva contra la humanidad”.
El pasado no se puede cambiar pero sí es tiempo de cambiar con urgencia nuestros valores como sociedad civil, el desafío del ser humano, dice la Carta de la Tierra “no es tener más, sino ser más”.
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