El 22 de Octubre se inauguraba en el Teatro Auditorio de Roquetas de Mar la exposición: “Juan Miralles, pintando su ausencia” un homenaje más a este insigne artista almeriense. La muestra, abierta al público hasta hoy, nos ofrece la obra de todo un personaje que dedicó su vida al Arte. Mi amigo Miralles estará contemplando con satisfacción, desde un lugar situado muy arriba de nuestro mundo, cómo poco a poco las Instituciones y la Sociedad almeriense reconocen su obra eterna.
Desde Almería en el Tiempo no queremos dejar de mencionar a los artistas que se sumaron al último adiós a este pintor de ayer y hoy: Fernando Barrionuevo, Blas Carrillo, Eduardo Cruz, Carlos de Paz, Maritina Delgado, Manuel Domínguez, Clemente Gerez, Dionisio Godoy, Antonio Egea, Javier Egea, Toña Gómez, Juan Ibáñez Plaza, Ignacio Martín Cuadrado, José Francisco Martín Pastor, Pedro Miguel Martínez Medina, Mariquina Ramos, Diego Miguel Rosas, Pepita Rubio, Adoración Ruiz Gorriz, Paco Ruiz Martínez, Elena Tinickaya, Isabel Toresano y Julio Visconti. La primera vez que me acerqué a su original obra fue en la tertulia que compartimos en su Casa de Enix, Museo donde podemos contemplar tanto el rico tesoro artístico como el espectacular entorno natural que rodea la vivienda.
Hombre sencillo y entrañable, fue capaz de plasmar estas cualidades suyas en su lienzo introduciendo nuevos materiales como esas palas de chumbera secas que nuestro artista supo impermeabilizar con toda una gama de barnices que elevaban a una simple penca a la categoría de Arte.
Recuerdo, meses antes de su fallecimiento, la lección de vida y profesionalidad que tuve la oportunidad de aprender con él, cuando me explicaba el documental que, en torno a su vida y obra y dirigido por el vasco Ekain Irigoien, tuvimos la ocasión de disfrutar en la sala de proyecciones del Museo Arqueológico.
Allí terminé de descubrir su gran valía: porque Juan Ruiz Miralles es, desde luego, un tipo singular, con una vida en contacto con el mundo natural y con una obra llena de poesía, de creatividad y de colorido que la convierten en un prodigio de belleza. Su infancia y adolescencia no fueron nada fáciles (vino al mundo en 1930) y el trabajo duro en diversos oficios para sobrevivir le convirtió en un auténtico renacentista porque de todo aprendió y además fue capaz de estudiar y pintar (contra viento y marea) a la vez que trabajaba.
Miralles fue, pues, un artista fuera de lo común que transmite a las nuevas generaciones la pasión propia de la vocación por la pintura. Hombre dinámico y abierto siempre a nuevas tendencias y sensaciones, convirtió la pintura en un continuo experimento. Gracias amigo.
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