Hace unos años el periodista José María Izquierdo publicó “Los cornetas del Apocalipsis”, un libro en el que analiza el lenguaje grosero de una decena de periodistas españoles: Federico Jiménez Losantos, César Vidal, Pío Moa, Alfonso Ussía, Isabel San Sebastián, Carlos Dávila, Fernando Sánchez-Dragó, Antonio Burgos, Hermann Tertsch y Juan Manuel de Prada. Todos ellos se caracterizan, según Izquierdo, porque “recurren al insulto y a la humillación de las personas”. “Para ellos no hay homosexuales sino maricas sebosos” y su lenguaje es una “mezcla de fascismo y barra de bar”.
Entre esos periodistas el autor no incluyó a Carlos Herrera. Ciertamente, el periodista de Cuevas del Almanzora no alcanzaba ni de lejos el grado de zafiedad de aquéllos. Pero si Izquierdo pensara en sacar una edición actualizada de su obra, posiblemente tendría que incluirlo. Porque, en la Cope, se ha soltado la melena. Mientras estaba en Onda Cero reprimía bien sus instintos, pero ahora, desde la emisora de la conferencia episcopal, parece que disfruta de bula para zaherir a cualquiera.
Elaborar un catálogo de insultos del ahora desinhibido Carlos Herrera es tarea sencilla. Van siempre en la misma dirección. A unos estudiantes que piden la supresión de capillas de los recintos universitarios los llama “energúmenos borrachuzos”, “herederos de las turbas”, “descerebrados radicales”, “matones”, “ignorantes” y “descerebrados”. Los rectores que no prohibieron tales actos “callan como una puta acomplejada” y “no tienen lo que hay que tener”. “Qué facilidad para que broten los cretinos como esta alcaldesa de Ciempozuelos”, dice de Chus Alonso.
Para Herrera, José María González, el alcalde de Cádiz, es un “ignorante político” y el Ayuntamiento de Madrid está gobernado “por una caterva de incompetentes”. Los de la CUP son “un grupo anarquista, del tercer mundo, troglodita, violento y partidario de los ocupas. “Una grosera y una sectaria” es la presidenta del Parlamento de Cataluña, Carme Forcadell, y “cretina con carné” y “tipa perfectamente menospreciable” la portavoz de ERC Anna Simó. Un colega suyo, Risto Mejide, no es más que un “tonto en serie”.
Carlos Herrera es un buen comunicador. Su estilo desenfadado y cercano es del agrado de mucha gente, casi dos millones de personas. Una parte de esa audiencia, la más ‘carca’, aplaude sus despropósitos. Pero otra parte, creo que la mayoritaria, considera que la cercanía con quienes tienen la potestad de conceder el perdón no le otorga el privilegio de pecar cada mañana. Porque la contumelia es pecado. O al menos eso me decían en el Diocesano.
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