Hasta hace cuatro o cinco años, en la esquina del Hospital que se asoma al Paseo de San Luis, existía una lápida de mármol donde se podía leer el nombre de Queipo de Llano. Era el título de la vieja calle de la Reina, el que le dieron las autoridades de la primera corporación franquista nada más terminar la guerra.
En los papeles oficiales, en las direcciones de las cartas y hasta en el padrón municipal, el nombre del general Queipo de Llano acabó imponiéndose, aunque en esa otra realidad, la que marcaba la vida cotidiana, casi todo el mundo la seguía llamándo calle de la Reina. Recuerdo, la primera vez que me dieron el boletín con las notas en el colegio de San José, de la calle de la Reina, que en la portada, debajo del nombre de la escuela, ponía: “Queipo de Llano 15”. Cuando llegué a mi casa le dije a mi padre que se habían equivocado los de la imprenta con el nombre de la calle.
Siempre fue calle de la Reina y nunca fue la calle del general sevillano que tanta gloria alcanzó duante la guerra y después de ella. No fue nunca de Queipo de Llano como tampoco llegó a arraigar en la gente el nombre de Mariana Pineda, con el que fue bautizada la calle en 1931, tras la proclamación de la Segunda República.
No era éste el primer cambio de nombre que afrontaba esta céntrica avenida del casco histórico. Primero, antes de calle, fue Rambla de Gorman, después calle de la Reina y en 1868, año revolucionario, pasó a ser titulada como Rambla de la Libertad, otro nombre que jamás llegó a cuajar.
Hoy ha vuelto a recuperar la denominación real, aunque la mayoría de los almerienses desconozcan que está dedicada a Isabel II. Lejos queda ya el nombre de Queipo de Llano, que fue hijo de la posguerra más dura, cuando a los responsables municipales les dio por cambiar medio callejero para honrar a los ganadores de la contienda.
Unos días después de terminar la guerra civil, el seis de abril de 1939, el Alcalde de Almería, Vicente Navarro Gay, decidió publicar un manifiesto dirigido a la clase patronal para que pusiera en movimiento sus negocios con el objetivo de “establecer en el más breve plazo posible la normalidad de la ciudad”. En esa misma sesión celebrada en el ayuntamiento, se acordó designar con el título de Paseo del Generalísmo Franco la que entonces era Avenida de la República y con el de Parque de José Antonio Primo de Rivera al llamado Parque de Nicolás Salmerón, “en tributo de gratitud y admiración a los que de un modo desinteresado han contribuido a la salvación de España”, reflejaba el acta municipal.
En aquellos primeros días de la posguerra una de las prioridades de las autoridades locales fue cambiar la rotulación de las principales calles de la ciudad para enterrar los nombres que había proclamado la República. El 21 de abril se acordó por unanimidad sustituir las denominaciones de las calles de la Reina, Granada y Concepción Arenal con los de General Queipo de Llano, General Saliquet y General Rada, “en atención a los servicios que han prestado a la patria los expresados generales, los cuales se han hecho acreedores a que Almería les manifieste en la referida forma su admiración”, quedó escrito en el acta de la sesión. También se aprobó, a propuesta del alcalde, nombrarlos hijos adoptivos, y se propuso al jefe provincial de Falange que escogiera tres calles de la ciudad para designarlas con los nombres de Calvo Sotelo, Alejandro Salazar y General Tamayo, indicándole que por el “prestigio de los nombres dichos, sean calles céntricas e importantes de la ciudad”.
El día 12 de mayo de 1939, el cronista de la ciudad, Joaquín Santisteban y Delgado, presentó un oficio en el que propuso que se designara con el nombre de Calvo Sotelo la calle de las Tiendas por ser la más céntrica. La propuesta del cronista no tuvo éxito y don Arsenio Lacal Fuentes, gestor municipal, manifestó que le parecía improcedente rotular con el nombre de Calvo Sotelo la calle de las Tiendas “pues nadie adoptaría este cambio de nombre por estar muy arraigado el que tiene en la actualidad”, y que sería más conveniente que fuera la Avenida de la Estación la que llevara el nombre de Calvo Sotelo. El señor Lacal propuso a su vez que la plaza que debía ser designada con el nombre de Alejandro Salazar era la de Manuel Pérez García.
La idea de cambiar los nombres surgía en ocasiones de los propios ciudadanos. El 22 de junio se recibió en el ayuntamiento un escrito firmado por varios vecinos del distrito cuarto, solicitando que se bautizara a una calle del barrio con el nombre de Antonio Núñez Martínez, vecino del lugar “en premio a las penalidades sufridas por la causa nacional”. Se acordó denegar la petición “pues no es posible acceder a lo que se solicita por ser innumerables, no ya los que han sufrido por la patria, sino los mártires sacrificados en holocausto de la misma”, fue la respuesta de las autoridades.
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