Carmelo Fernández Salvador: El llanto de la calle de las Tiendas

La muerte repentina del joven hostelero ha vestido de luto el casco histórico

Muestra de cariño y flores en la puerta del bar.
Muestra de cariño y flores en la puerta del bar. La Voz
Eduardo de Vicente
07:00 • 04 abr. 2021

La muerte repentina de Carmelo Fernández Salvador, un joven empresario del casco histórico, ha teñido de luto la calle de las Tiendas, donde el malogrado hostelero regentaba un bar. 



Ha sido un mazazo inesperado, “un empujón brutal” del destino, que en cuatro días se ha llevado por delante la vida de un hombre de 48 años. Todo ocurrió el Viernes de Dolores por la tarde, cuando Carmelo se encontraba dentro de su establecimiento, la cervecería Las Tiendas’, recogiendo las mesas y las sillas después de un intensa jornada de trabajo. De pronto le sobrevino un desmayo, que obligó a llamar inmediatamente a los servicios de urgencias, que lo atendieron in situ y procedieron a su traslado al hospital de Torrecárdenas. 



Las pruebas a la que fue sometido en el centro sanitario no tardaron en confirmar el peor de los pronósticos, una rápida y agresiva enfermedad que requería una inmediata intervención quirúrgica, de la que lamentablemente no pudo salir adelante. Tres días después, a las 14 horas del pasado martes, Carmelo dejaba de existir. 



Nada más conocerse la noticia de su fallecimiento, el tranco de la puerta de su negocio se llenó de mensajes llenos de afecto y de ramos de flores. Se hacía difícil entender como una persona joven, que unas horas antes de su desfallecimiento había estado trabajando a pleno rendimiento en la barra del bar y compartiendo afectos con los vecinos y con los clientes, ya no estaba entre nosotros. 



Carmelo Fernández Salvador era una persona muy conocida en la ciudad y enormemente querida en el casco histórico, donde había vivido durante toda su vida. Nacido y criado en la calle Narváez, en pleno corazón de la Almedina, era hijo de Antonio Fernández, uno de los comerciantes más célebres de la ciudad, el hombre que se encargaba de llevar el suministro de la sal por las tiendas de la ciudad. 



Carmelo empezó a trabajar muy pronto, cuando siendo un adolescente se colocó en la imprenta Cervantes, del empresario Juan Estrella, donde formó parte de la plantilla hasta su cierre.



 



Después tuvo una experiencia laboral en la empresa Aqualia, hasta que emprendió la aventura en solitario en el mundo de la hostelería. Desde hace un año regentaba junto a su esposa, Eva, la cervecería Las Tiendas, un pequeño establecimiento que gracias al tesón de sus dueños y a su cercanía con la gente estaba empezando a triunfar. En poco tiempo, se había ganado un puesto en la llamada  ‘milla de oro’ de la tapa, esa que hoy sigue llorando su muerte.




Un ejemplo de bondad y generosidad

Carmelo Fernández Salvador era uno de esos personajes que nunca tenía un mal gesto, que siempre llevaba a mano una sonrisa para compartirla con sus amigos y ahora con sus clientes.  Hasta el último instante estuvo sonriendo, saludando cariñosamente a todo el que pasaba por el bar, ajeno al trágico destino que lo esperaba. Carmelo era también un ejemplo de generosidad.


Casi todos los días le llevaba la comida a sus padres y se acercaba más allá del Cuartel para llevarle el almuerzo a su tío, el célebre Juanico Ros, mito del fútbol de barrio y de la Plaza de Pavía. Por la mañana, a primera hora, ya estaba abriendo la persiana del bar para atender a los primeros desayunos, y allí se pasaba las horas, preparando el momento de las tapas, trabajando sin descanso para salir adelante y ganarle el pulso a la pandemia.


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