El contagio masivo de estudiantes ha sido una de las noticias de la semana. En tiempos del Covid estaban disfrutando de su reglamentario viaje de estudios en Mallorca, que tal y como se puede deducir de las imágenes grabadas por ellos mismos, ese viaje tenía poco que ver con los estudios y mucho con la juerga de rebaño.
La mayoría de los viajes de estudios que se programan en los tiempos actuales son una prolongación de las juergas de los fines de semana, por eso los estudiantes elijen los escenarios perfectos para el baile, el alcohol y la madrugada.
Qué lejos quedan ya los días en los que eran viajes de estudios de verdad, que complementaban las enseñanzas teóricas de las aulas y servían para que los jóvenes salieran por primera vez de sus casas y para que disfrutaran de la diversidad cultural del país.
El destino por antonomasia era entonces el museo del Prado de Madrid, mientras que ahora el parnaso cultural son las playas, los bares y las discotecas donde se baila y se bebe sin freno hasta que el sol toca retirada y los cuerpos no aguantan más.
Los viajes de estudios empezaron siendo aventuras individuales. En los años veinte del pasado siglo era habitual que los médicos de Almería que acababan la carrera hicieran un viaje de estudios a Madrid o al extranjero para entrar en contacto con los últimos adelantos de la ciencia. En octubre de 1928 la prensa local se hacía eco de que el médico Francisco Soriano Romera y el oculista Antonio Fornieles Ulibarri se habían marchado a la capital de España de viaje de estudios.
Dos años antes, en la primavera de 1926, fue muy comentada en la ciudad la visita de una joven estudiante norteamericana que había llegado al puerto de Almería en un viaje de estudios que realizaba por Andalucía. En abril de 1933 los almerienses conocieron de cerca el primer viaje de estudios masivo de estudiantes extranjeros, que trajo a nuestras calles a ciento cincuenta jóvenes de la Universidad de París, que además venían acompañados por sus familiares. Fue muy recordada esta experiencia ya que por un día se llenaron todos los bares y los comercios del Paseo hicieron su agosto.
De viaje de estudios se fue también Conchita Lussnigg Arjona, la hija del propietario del Hotel Simón, que en septiembre de 1932 se marchó a Viena para completar su formación en otras lenguas. Por esos años el célebre profesor de matemáticas don Agustín Melero publicó en un periódico sus impresiones después de un viaje de estudios a Córdoba y Sevilla que había organizado con sus alumnos.
Fue en los años cincuenta, cuando empezábamos a salir de la austeridad de la posguerra, cuando comenzó a ponerse de moda el viaje de estudios en el instituto. Era el propio centro el que se encargaba de controlar la organización y de que realmente fuera una experiencia educativa, casi una asignatura más del curso. En 1953, las niñas del Bachillerato se fueron de viaje de fin de curso a la noble Castilla y terminaron en el museo del Prado de Madrid.
En aquella época era habitual que los profesores examinaran a sus alumnos después del viaje, no con preguntas ni con notas, sino encargándoles trabajos para que cada uno contara cómo había vivido aquella experiencia. En el verano de 1954, el director de la Escuela de Artes, don Antonio Relaño, se llevó a los alumnos que habían aprobado todas las asignaturas a Madrid, para conocer de cerca los centros culturales y artísticos.
En el colegio de la Salle también se organizaban grandes viajes de estudios, siempre relacionados con la cultura y a veces con motivos religiosos. En mayo de 1965 aprovecharon la celebración del Año Santo Jacobeo para ir a Santiago de Compostela y de paso dar el salto a Portugal, lo que constituyó para todos aquellos muchachos una experiencia inolvidable.
Con el paso de los años los viajes de estudios se fueron banalizando hasta convertirse en una moda y en un perfecto negocio. Viajes de estudios hasta en la sopa: cuando se acababa la EGB, cuando se terminaba el Bachillerato o en mitad de la carrera. El caso era viajar, irse lejos de la mirada de la familia y compartir una semana con los amigos en el sitio que fuera, ya sin el pretexto del asunto cultural. Los museos y los esplendores arquitectónicos pasaron a un segundo plano y el viaje de estudios se transformó en un viaje de juerga, que empezaba en septiembre, cuando se iniciaba el curso y había que preparar las papeletas y las fiestas para sacar el dinero necesario.
A finales de los años setenta todos los institutos de Almería organizaban sus fiestas para recaudar fondos. Llegaron a tener gran aceptación entre los adolescentes de la época, pero tuvieron que dejar de organizarse porque las broncas eran frecuentes y se dañaba la imagen de los propios centros educativos. Fueron muy famosas las fiestas pro viaje de estudios en el patio de la antigua Escuela de Magisterio, en la Carretera de Ronda, donde llegaron a actuar conjuntos tan importantes como los Teddy Boys.
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