Las consultas de Bueso y de don José Abad

Médicos como don Armando Bueso, don José Abad y Solsona hicieron carrera en céntrica calle

En los años sesenta la calle Concepción Arenal lucía a la misma altura que el Paseo cuando llegaban los días de Navidad
En los años sesenta la calle Concepción Arenal lucía a la misma altura que el Paseo cuando llegaban los días de Navidad
Eduardo de Vicente
20:59 • 24 mar. 2022

La calle tenía la magia que le daban sus negocios. Por Navidad vivía sus días de mayor esplendor cuando los operarios de la luz llegaban con aquellas escaleras con ruedas y empezaban a instalar el alumbrado, dándole a la calle la misma importancia que al Paseo. El alumbrado extraordinario le proporcionaba otro matiz y contribuía a que los negocios tuvieran ese tirón que necesitaban cuando llegaba diciembre.



Eran los tiempos de apogeo del restaurante El Montañés y de la confitería La Ideal, que se ponían a rebosar los domingos y en la semana de la Feria. Se hicieron muy famosos los bocadillos y las empanadillas que salían del obrador para alimentar las meriendas de los toros.



Frente al Montañés destacaba una peluquería que formó parte de la calle durante medio siglo. Era la barbería del maestro Viedma, una auténtica academia por la que pasaron como aprendices grandes peluqueros de la ciudad.En el otoño de 1924, el maestro Viedma, que entonces era un joven barbero de treinta años, decidió relanzar su negocio cambiando de escenario. El salón había estado funcionando hasta ese momento en la Plaza del Carmen, frente al Hotel la Perla, pero su propietario era ambicioso y quería dar un paso adelante, unirse a ese  grupo de profesionales que ejercían el oficio entre la Puerta de Purchena y el Paseo, donde estaban las peluquerías más prestigiosas de aquel tiempo. En noviembre de 1924 encontró un local vacío en la entonces calle de Sebastián Pérez y se lanzó a la aventura. 



En esa lista de comercios que estuvieron estrechamente ligados a la calle, destacaba también el de Muebles Jiménez, en la esquina donde después se instaló la empresa Torreluz. En los años cincuenta montaba grandes exposiciones cuando se acercaba la Semana Santa, una época propicia para que el público conociera sus composiciones aprovechando que la calle era una de las avenidas principales en esas fechas por estar pegada al Paseo, lugar de paso de todas las procesiones. Además, la calle Concepción Arenal estaba incluida en el camino que en la madrugada del Jueves Santo recorría el Cristo de la Pobreza cuando iba de la iglesia de las Claras hasta el Cerro de San Cristóbal seguido de cientos de fieles.



Era la calle de la administración de lotería del Rostrico, la más antigua de la ciudad. Detrás de la ventanilla del despacho estaba siempre la señora Soledad Aranzana, como después estuvieron su hija y su nieta, continuadoras del negocio. Otro establecimiento histórico de la calle era el de Calzados La Noche, que abrió sus puertas en los primeros años de la posguerra popularizando las alpargatas de goma que se vendían a cinco pesetas.  Casi todos los niños de los años cincuenta, sobre todo los que procedían de familias humildes, tuvieron como calzado oficial aquellas rudimentarias alpargatas que te dejaban la marca del polvo grabada en los pies. 



En la calle Concepción Arenal estuvo el bar Lisboa, la tienda de cuadros y cristales Casa Aguilar, el comercio de regalos y perfumería Dyan, una sucursal de la célebre tienda de ropa íntima Maranchi, la mercería de Mena, y desde 1960 una moderna zapatería que llegó con el nombre de Vogue, que sorprendía a todos los almerienses cambiando sus lujosos escaparates todas las semanas.



Para muchos niños de aquel tiempo, la calle de Concepción Arenal fue una calle de batas blancas, de diagnósticos y de pantallas de rayos x. Allí tenía su consulta el oculista Solsona y el médico don Armando Bueso Piñero, que después de pasar por el servicio de infancia del Hospital Clínico de Barcelona se instaló en Almería. Compartía la calle con otro prestigioso doctor, don José Abad García, el internista que nos ponía la pantalla cuando después de pasar un resfriado nos quedaba alguna secuela sospechosa y nuestras madres temían que pudiera ser del pulmón.



En los años de la Transición la calle que había sido de Álava, de Sebastián Pérez, de Concepción Arenal y del General Ricardo Rada, volvió a rendirle homenaje a la ilustre escritora gallega  cambiando de nuevo de nombre. También cambió su fisonomía cuando en 1983 la hicieron peatonal.


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