Cuando me veía se le iluminaba la cara. Le daba mucha alegría y a mí más. Voy en el autobús camino de casa y en la parada de la línea 7 se sube Rosi, su hija, como a su madre se llena de alegría al verme y le pregunto: ¿Cómo está mi Rosica? La respuesta fue tremenda. “La enterramos en septiembre como tu madre que murió hace unos meses”. Así somos los del Barrio de Los Ángeles que nos queremos pero no nos vemos y no tenemos ni los teléfonos para llamarnos. Ni pude despedir a Rosa ni Rosi a su querida Carmela. “Me dijo mi hermano que le gustaría que le escribieras algo a mi madre”, me dijo una niña que acabó con los comentarios de la picha de trapo de su padre, cuando vino al mundo a los tres años de matrimonio. Pero eso se lo cuento después.
Rosa y Emilio formaron una familia de cuatro con Rosi y Emilio. Gente sencilla y servicial. Imprescindibles en nuestras vidas. Gente buena y trabajadora que compartían penas y alegrías con aquellos que le rodean. Hay que poner el apodo familiar porque en el barrio es motivo de orgullo.
Los Molinos
Rosica siempre me ha querido tanto como yo a ella, y a mis hermanos también, pero con mis hijos era especial. Decía que mi Copy “es guapísima” y mi Carlos “tiene tus ojos azules”. Y cuando vino al mundo María me anunció cuando iba en el carrito que: “Esta es la más lista de la familia”. Lo clavó, está acabando la carrera de Medicina. Pero vamos al grano que si no hablo de Los Molinos me la ‘lía’. Un día en la puerta del Mercado de Los Ángeles me contó el por qué de Los Molinos Rosa Ortega del Águila que casó con Emilio Sánchez García y vinieron al mundo Rosi y Emilio. La niña llegó cuando su padre ya estaba ‘bautizado’ con un apodo muy almeriense.
El 'Pichatrapo'
Tenía alguna información al respecto pero la verdadera historia del apodo de Emilio me lo contaba su hija mientras el autobús de la línea 7 pasaba por el kiosko del Chirivía. “Mira, se casaron y los amigos le llevaban las cuentas y como vine al mundo a los tres años del matrimonio, mi padre decía que la tenía de trapo y con ello se quedó”. En mi casa era Rosi la del ‘Pichatrapo’ y en el barrio igual. Emilio era un gran mecánico y no le faltó nunca el trabajo mientras su Rosa se encargaba de la familia y de espantar domingueros.
Los domingos
Con los niños vestidos para ir al Parque Viejo saltándose la Misa Emilio no aparecía. Entró al taller a por un destornillador y no volvía. Rosa se ponía de los nervios porque era tan servicial que no sabía decir que no a nadie. A mí también me arreglaba el Seat 127 y luego el R-18 y el Rover. “Los Saberes dais mucho el coñazo”, decía Rosa cuando le tocaba a la puerta. Luego reíamos mucho porque nos unía lo bueno. Nunca vamos a saber si hay un estado entre amistad y familia porque con amistad no llega para nuestra relación con los ‘Pichatrapo’.
La última vez que nos vimos fue en la puerta de la perfumería de la esquina. Iba a Misa con mis nietos Dany y Paula. Qué graciosa mi Rosa cuando me decía: “Ya tienes cinco como tu madre porque los nietos se quieren tanto como a los hijos”. Ellos la miraban y me preguntaron por ella y les dije que era una amiga de la abuela Carmela. Y allí andarán por el Cielo cuidando de todos nosotros porque no sabían hacer otra cosa en el mundo. Cuando pasaba por su puerta me preguntaba ¿Qué estará haciendo Rosa?. Lo hacía cuando vivía y ahora que pena siento con su marcha. Luego bajo la calle Marchales y veo mi casa y me acuerdo de mi madre. Cosas de los niños de barrio.
Su huella
Sus hijos Rosi y Emilio son como nuestros hermanos y a los míos se los comía a besos porque siempre nos parábamos y me preguntaba por mi madre que: “No para todo el día con los niños de tu hermano Luis. Tu estás más delgado, no comes, cuídate”. Yo le decía que era la más guapa del barrio y se ponía más ancha que larga para luego espetar que: “yo nací en Los Molinos y me vine al barrio ya casada”. Jamás olvidó de donde venía y a mí me gustaba mucho esta familia tan sencilla como la mía. Porque me decía Rosa que los Saberes “sois gente trabajadora con los pies en la tierra”. Yo le decía que su Rosi era la más guapa del Barrio de Los Ángeles y me decía: “Cásate con ella y a mí me dejas tranquila”. Le respondía que estaba estudiando y trabajando y no tenía tiempo para nada. Luego le daba la risa y nos despedíamos ¡Que guapa mi Rosica!
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