Guillén Llóris y su fábrica de árbitros

El Colegio de la calle Regocijos fue su gran obra

Tony Fernández
20:06 • 20 jul. 2024

A Paco Guillén Llóris que le quiten lo ‘bailao’. Cuando vea esta página de LA VOZ allá donde esté, seguro que se siente orgulloso de todo lo bueno que hizo por el arbitraje almeriense. Cruzó España de cabo a rabo pitando partidos y luego no paró hasta poner a Juan Andújar Oliver en Primera División. Entre lo bueno que era Andújar y la ‘tabarra’ que daba Paco en Madrid tenía que llegar.



Andújar pitaba y con el banderín siempre estaba Paco Guillén. Respetado en sus tiempos de primer espada del arbitraje cruzó el desierto de la Tercera con un joven Andújar valiente que pasó por la Segunda como un cohete, camino de la Primera donde estuvo quince temporadas. Guillén Llóris no sonaba a almeriense por sus apellidos pero Andújar Oliver rompía la pana cuando alcanzó la Primera sin que Almería tuviese una sede en condiciones para sus árbitros valientes.




Su legado



Francisco Guillén Llóris era un enamorado del fútbol por encima de todo. De profesión no era árbitro ya que como maestro albañil tenía su colla de obreros para hacer edificios y dejar su huella. Las designaciones no se hacían en el andamio pese a que más de un colegiado iba a verlo cuando le habían dado para el cuerpo en algún campo de Andalucía. Entre los planos y el palustre un día se enteró que había un local en venta en la calle Regocijos número 100. Se fue con la cinta métrica en la mano y le salían las cuentas para montar el colegio. Tramitó los papeles, buscó el dinero y a por una fecha sonada para que viniera el jefe de los árbitros a Almería y cortara la cinta.



Su obra



No fue precisamente el palustre lo que le llevó a la fama ya que sacó a muchos y buenos colegiados de la calle. Los instruía y les enseñaba el camino a seguir. Paco era muy recto con los que empezaban y les daba clases en el flamante colegio antes que se hubiese inaugurado. Cuentan los que iban con él de jueces de línea que era un “Guardia Civil” por su seriedad y control de la situación. Al que le tocaba viajar con Paco Guillén ya sabía lo que le esperaba si se equivocaba en un gol, o no hacía su labor correctamente. Era un señor y donde iba lo recibían con cariño y respeto. Su camino luego lo hizo Andújar Oliver y puede dar fe de que era el número uno a la hora de imponer su ley por los campos.



Con Paco Guillén salieron grandes colegiados y no era fácil manejar tal cantidad de buenos jueces que iban creciendo por el escalafón nacional y haciendo carrera, cuando Almería podía presumir de contar con uno de los mejores colegios de Andalucía. Sus árbitros, los de Paco Guillén, alcanzaron la fama de anticaseros porque no regalaban nada y esto le gustaba mucho al eterno presidente provincial.



Su sede

Hasta sus últimos días estuvo ligado a la Federación Almeriense de Fútbol porque no sabía vivir sin el deporte que fue su vida. En el mejor momento de su carrera cuando nacía la década de los ochenta inauguraba el Colegio Provincial a lo grande, con el  presidente nacional José Plaza y los ‘jefes’ de la Andaluza. Almería se convertía en la capitán del arbitraje y Juan Andújar Oliver tuvo mucho que ver con la presencia de Plaza en Almería. La sede se inauguraba con una generación de árbitros inolvidable y la presencia del presidente del Almería, Alfonso García Sánchez, que era ya de Primera División. En primera fila posó para la posteridad un presidente que siempre tuvo sensibilidad con los colegiados a los que respetaba y comprendía. No tuvo malos arbitrajes su Almería de Primera ni en la temporada del descenso, precisamente en la que su club estaba inmerso 80-81.


Su vida

Guillén Llóris vivía en una travesía de la calle de La Cruces en Almería donde dentro de una cochera, además de guardar su vehículo, tenía los tesoros de su carrera. Lo mismo colgaba del techo un pico y una pala que una bolsa de banderines y escudos de clubes en la estantería. Coleccionaba bolígrafos y tenía encendedores, insignias, agendas... Los sábados abría la cochera a primera hora y por allí pasaban hombres de fútbol que le recordaban lo grande que fue en el arbitraje y en la vida. Nunca colgó las botas ni el silbato y aunque tuvo sus detractores, él los perdonaba siempre porque habían pasado por sus manos y los catalogaba como hijos del arbitraje. Con la puesta en marcha de su fábrica de árbitros Almería celebra el tercero de la dinastía. Andújar Oliver, Fernández Borbalán y Sánchez Villalobos.



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