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La central Térmica Litoral que la empresa eléctrica Endesa Generación opera en Carboneras ha realizado una serie de pruebas destinadas a analizar las posibilidades de aprovechar biomasa como combustible, unas pruebas que, una vez testadas, desaconsejan esa opción energética.
Los ensayos han consistido en una serie de pruebas en las que se ha utilizado como combustible una mezcla de carbón al 80 por ciento y de biomasa en un 20 por ciento, en este caso orujillo procedente de la aceituna. Se trataba de comprobar la valoración del comportamiento de este combustible en los procesos operativos y de analizar la viabilidad técnica, económica y también medioambiental.
La biomasa
Previamente se habían analizado distintos tipos de biomasa tras lo que se escogió el orujillo por presentar varias ventajas con respecto a otros tipos como el fomento de la economía circular, la cercanía para el transporte o el conocimiento existente de este combustible.
Iniciadas las pruebas, se pudo comprobar que, desde un punto de vista técnico, e incluso para operar en cortos espacios de tiempo, la viabilidad operacional requería una limitación en las cantidades máximas de biomasa utilizadas, ya que suponía una limitación de potencia en los grupos de generación, reducción del rendimiento de la caldera y un empeoramiento en consumo específico del carburante.
Además, las analíticas de las dos muestras de cenizas obtenidas muestran superaciones en selenio en ambos casos, lo que supone que esas cenizas no podrían ser vendidas ni depositadas en vertederos de residuos no peligrosos. Por último, el proceso productivo no se ve simplificado frente a un régimen de operación con carbón al cien por cien sino que, al contrario, será más complejo y con un coste superior.
Más costes
El precio del orujillo adquirido para estas pruebas fue de 40 euros por tonelada y la reducción por coste variable de combustible sería de, aproximadamente, 4,37 euros por megavatio, aún teniendo en cuenta los ahorros en el coste de CO2 y el ‘céntimo verde’. Una reducción que el informe califica de ‘claramente insuficiente, para cambiar la situación actual de la central en cuanto a orden de mérito y, por tanto, para poder operar más horas en el mercado eléctrico.
Ello es así porque esa reducción inicial del coste del combustible se ve compensada por otros costes variables mayores como las pérdidas de rendimiento, potencia y consumo, que suponen en torno a 2 euros/mW; el aumento de costes de mantenimiento y reducción de la vida útil de los sistemas expuestos al combustible y gases.
El selenio
Entre otros sobrecostes está la no posibilidad de vender las cenizas generadas en el proceso ante la presencia de selenio, lo que llevaría a la necesidad de gestionarlas a través de gestores autorizados de residuos peligrosos, lo que tendría un impacto significativo.
Un proceso de combustión que también presenta mayor porcentaje de inquemados por la configuración en molinos para su trituración y transporte a la caldera. Serían necesarios costes adicionales de preparación y homogeneización de la mezcla de biomasa y carbón para minimizar esos inquemados.
Finalmente, el informe señala que no se dispone actualmente de una oferta del coste del orujillo para los volúmenes necesarios para permitir el funcionamiento de la central a plena carga y durante largos periodos de tiempo.
La conclusión es tajante al señalar que las pruebas realizadas “ponen en entredicho la viabilidad técnica y muestra la no viabilidad económica y medioambiental”.
Balance ambiental
Las pruebas realizadas en la central de Endesa en Carboneras cuestionan el beneficio ambiental del uso de la biomasa, entre otras cuestiones por hacer imposible la gestión de las cenizas producidas en el proceso dado su contenido en selenio.
Por otra parte está documentado el efecto del potasio (inherente a la quema de biomasa) sobre el catalizador del sistema de reducción catalítica de óxidos de nitrógeno, un deterioro que podría llegar a obligar a parar la unidad para su regeneración por no poder cumplir los límites establecidos para este agente.
Desde el punto de vista normativo (Directiva 2018/2001 de la UE), relativa al uso de energías de fuentes renovables, que determina que la biomasa que se utilice debe asegurar una reducción de emisiones del 70% como mínimo, y que la biomasa que se utilice no computa en la cuota de renovables y no puede recibir ayudas
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