La costa de Almería, con sus paisajes únicos y su rica historia, está adornada por una serie de faros que han sido testigos silenciosos del paso del tiempo y guardianes incansables de sus aguas. Desde hace siglos, estas torres luminosas han guiado a los navegantes, ofreciendo no solo seguridad, sino también una estética inigualable en el entorno natural.
Entre los faros más emblemáticos de la provincia se encuentra el del Puerto de Almería; el de Mesa Roldán, a 222 metros sobre el nivel del mar; el de San Telmo o el faro de Cabo de Gata, elegido entre los 20 faros más bonitos de toda Europa.
Pero cuando hablamos de altitud, el rey indiscutible es otro faro almeriense. No es que sea el más alto ni esté entre los más altos de España, honor que recae en los faros de Chipiona (Cádiz, con 69 metros de altura), los canarios Morro Jable (59 metros) y Maspalomas (56 metros) o la Torre de Hércules (La Coruña, 55 metros), pero sí es el que tiene una mayor altura focal, situado a 281 metros sobre el nivel del mar.
El faro de La Polacra se erige majestuoso en el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar y además de ser el faro a mayor altura de España, también tiene el privilegio de serlo en todo el mar Mediterráneo. Más allá de su función como guía para las embarcaciones, su ubicación sobre el cerro de Los Lobos ofrece una vista panorámica que abarca desde La Isleta del Moro hasta Agua Amarga, regalando una experiencia visual que pocos lugares pueden igualar.
Inicialmente, en el siglo XV, fue una torre de vigilancia en época nazarí, que fue destruida a finales del siglo XVII a causa de un terremoto. Sobre sus restos se levantó en el siglo XVIII una barraca para vigilar posibles contagios de peste por mar, y años más tarde esta fue reemplazada por una atalaya para vigilancia de la costa. Posteriormente sería cedida al cuerpo de Carabineros para su labor de vigilancia de la costa y después de la guerra a la Guardia Civil. Desde el 9 de septiembre de 1991 funciona como faro para cubrir el espacio entre el de Cabo de Gata y el de Mesa Roldán.
El camino está restringido al tráfico y solo es accesible para el farero, quien es también responsable del faro de Mesa Roldán, por lo que la subida exige hacerla a pie o en bicicleta por una empinada y larga cuesta, aunque el esfuerzo bien merece la pena para poder disfrutar de sus impresionantes vistas.
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