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Historias almerienses sobre el paisaje (I): A la defensiva
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Historias almerienses sobre el paisaje (II): Laderas y balates
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Historias almerienses sobre el paisaje (III): Un modelo de sedimentación humana
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Historias almerienses sobre el paisaje (IV): Un sotavento mediterráneo
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Historias almerienses sobre el paisaje (VI): El gran vacío del sureste
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Historias almerienses sobre el paisaje (VII): La región urbana Almería-Poniente
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Historias almerienses sobre paisaje (V): El “gobierno” del agua
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Historias almerienses sobre el paisaje (VIII): El modelo turístico
La población almeriense ha experimentado grandes mutaciones desde mediados del siglo XX. En Virado a Jibia 3 Un modelo de sedimentación humana, analizamos la relocalización de la población de la provincia, uno de los rasgos de esas mutaciones. Hoy vamos a centrarnos en el componente migratorio, responsable, como veremos, del gran incremento demográfico de la provincia en las últimas décadas, y en una de las consecuencias de estos cambios, que aquí denominamos “extrañamiento”: la pérdida de vigor del relato identitario.
Crecimiento
La demografía almeriense se ha caracterizado históricamente por su atonía (un ajuste con unas condiciones físicas limitadas) y por crisis traumáticas, como expulsiones o migraciones, tanto estacionales como permanentes. Como señala acertadamente Andrés Sánchez Picón (“Del vuelo al suelo”, en 50 años de transformaciones territoriales en Almería, IEA), “pasar de los 300.000 a los 400.000 habitantes costó más de 130 años (desde 1850 a 1980, testimonio de la intensa emigración de almerienses)”. En solo 18 años, en 1998, se alcanzan los 500.000. Para llegar a los 600.000 (2005) bastaron 8 años. Los 700.000 se registran en 2017. En los últimos 30 años, la población ha pasado de 450.000 a 700.000 habitantes, lo que supone un crecimiento del 55%, con una tasa media anual del 1,83 %. Este crecimiento, sin parangón en la escala regional o nacional, muestra tres periodos bien diferenciados.
De 1990 a 2001, un crecimiento sostenido con tasas en torno al 1,5% anual. De 2002 a 2009, crecimientos por encima del 2%, con picos por encima del 4% (2005-2006). Desde 2011, la tasa se sitúa por debajo del 1%, llegando a presentar datos negativos en 2014. Estas tasas de crecimiento solo pueden indicar un fuerte componente migratorio.
Componentes
En nuestro aparato estadístico, tanto los datos de movimientos geográficos de la población como los de variaciones residenciales señalan si estas migraciones se producen dentro del mismo municipio, de municipios de la misma provincia, de la misma comunidad autónoma, del mismo Estado o si proceden del extranjero, lo que nos permite observar la variopinta composición de los “nuevos pobladores” de los municipios que reciben ese flujo migratorio. En el gráfico se representan las variaciones residenciales, señalando los flujos de inmigración, de emigración y el balance entre ambos. Estas variables correlacionan con las fases de crecimiento demográfico analizadas, lo que nos permite establecer una hipótesis interpretativa: de los 250.000 habitantes en que aumenta la población entre 1990 y 2019, un 10% corresponde a movimientos naturales de la población (la diferencia entre nacidos y fallecidos), un 25% a migraciones dentro del territorio nacional y un 65% a la llegada de población extranjera.
El mapa del extrañamiento
Estos cambios demográficos presentan una distribución geográfica muy desigual. Para su análisis, he elaborado un indicador sintético, que mide la relación existente entre la parte de la población nacida en el municipio de residencia y la parte de población de ese mismo municipio que procede del extranjero. Con este indicador, se han clasificado los municipios de la provincia en cuatro categorías: muy extrañados, extrañados, enraizados y muy enraizados. Entre los muy extrañados hay dos grupos: los municipios del norte, de poco peso demográfico, donde se han asentado jubilados europeos (británicos en buena parte); y los municipios del sur, cuyo extrañamiento proviene de población vinculada con el trabajo agrícola, sobre todo de procedencia africana (Magreb y Sahel), en municipios muy poblados, lo que indica la magnitud de esos procesos migratorios. Entre los muy enraizados, la mayoría son municipios serranos de interior, que han sufrido un fuerte drenaje demográfico, y donde la presencia de población extranjera es testimonial. El municipio de Almería aparece como muy enraizado, a pesar de que es notoria la existencia de un importante contingente de inmigrantes, que, sin embargo, no suponen un gran porcentaje en el municipio más poblado de la provincia.
El fortalecimiento del relato identitario no solo es necesario para la población local reubicada; también lo es para facilitar una razonable integración de los inmigrantes de diferentes procedencias que en las últimas décadas se han incorporado a la población almeriense.
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