“He perdido pacientes pero no has de perder la sonrisa por los que luchan“

Cuaderno de combate: una almeriense en la trinchera de La Paz

La almeriense Carmina Lucas, con marcas en su rostro tras una jornada de trabajo.
La almeriense Carmina Lucas, con marcas en su rostro tras una jornada de trabajo. La Voz
Carmina Lucas
01:55 • 30 mar. 2020

Cuando me llamaron de La Paz estaba en los primeros días de aislamiento, compartiéndolo con mis padres, comiendo las magníficas comidas que prepara mi madre, recibiendo clases de mi padre y haciendo gimnasia casera. 



La llamada despertó mi vocación de enfermera, y pese a los temores de mis padres y mi novio, incluso los míos, decidí hacer lo que era mi deber ante el sufrimiento de tantas personas, y la falta de profesionales.



Ya llevo una semana trabajando, y contando mi experiencia de hoy, puede resumir la experiencia de esta semana. Experiencia que otras muchas enfermeras pasan conmigo. 



El sábado fue un día especialmente duro. Nada más llegar, uno de mis pacientes había fallecido. Nos organizamos y nos vestimos con los equipos de protección individual (EPI). Tuve que hacer sola 27 pacientes porque mi compañera se tuvo que quedar con uno que se había complicado. 



Una carga de trabajo muy importante. Las gafas dificultan mi visión, se me empañan. Tuve que coger dos vías a dos pacientes: a uno se le había caído y el otro, desesperado, se la había arrancado. Con dificultades lo conseguí pese a mis gafas empañadas. De los 27 pacientes que tuve atender, en ningún momento pude perder la sonrisa: están solos, asustados y necesitan al menos esa sonrisa que solo reciben en dos ocasiones en el turno. 



Hemos de poner lo mejor de nosotras para ellos, aunque estemos sudando, por el EPI, cansadas, con dolor de rodillas, a veces emocionalmente bajas porque has visitando un paciente que está muriendo. Pero hay que superarlo, porque en la siguiente habitación hay que animar a otro que está un poco mejor. Estas situaciones hacen necesario que el trabajo en equipo se intensifique.



De una habitación a otra hay que desinfectarse, quitarte los guantes y ponerte otros, desinfectarte los zapatos, cambiarte la bata sobre el EPI para intentar no aumentar la carga viral del siguiente paciente. Al terminar, llegas al hotel y has de hablar con tus compañeros con las mascarillas puestas, y compartir cena en la distancia.



Llevo toda la semana sin darle un abrazo, ni un beso a nadie, y esto también afecta. Sobre todo, después de que se te hayan muerto pacientes. Cuando llego a mi habitación, descanso de horas de tener la cara cubierta, y puedo comunicarme en la distancia con mi novio, mis padres y mis amigos. Y eso es lo que me reconforta, para descansar hasta el día siguiente.


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