Paco Calavera: “Una buena panzá de reír es terapéutica, como ir al gimnasio”

Entrevista con el actor cómico y monologuista

El actor cómico Paco Calavera finge soplar en un gesto para el fotógrafo antes de la entrevista
El actor cómico Paco Calavera finge soplar en un gesto para el fotógrafo antes de la entrevista Juan Sánchez
Antonia Sánchez Villanueva
07:00 • 26 sept. 2021

El personaje que responde en este diálogo está inscrito en el Registro Civil como Francisco Rodríguez Martínez y en el mundo del espectáculo como Paco Calavera, el nombre con el que aparece en el reparto de las comedias 'made in Almería' más descacharrantes. Forma parte del glorioso grupo de monologuistas almerienses que han hecho del humor con tinte localista su seña de identidad. Con más de dos décadas de bagaje en el teatro cómico, Paco Calavera y sus compadres (Kikín Fernández, Pepe Céspedes, Labordeta, Alvarito...) han comenzado a contar ya más de una generación de espectadores mientras siguen madurando en la brecha. Si alguien piensa que hacerle una entrevista es una sucesión de risas, desde luego acierta. 



¿Ha aprendido a distinguir entre la risa auténtica y la forzada?



En la actuación en directo nunca hay risas falsas. La risa falsa es un acto de sociedad. Cuando un amigo cuenta un chiste malo y se lo ríes para que no se sienta mal [risas], pero en directo el público no finge. 



¿Y qué sorpresas se ha llevado? Algo que pensara que iba a funcionar y no. 



Buahh, eso es constante, constantemente tienes que reciclarte. Con el tiempo uno se conoce más, y el público también te conoce más y menos sorpresa se llevan. Aun así, siempre que escribo material nuevo, o cuando escribimos las comedias los cómicos de aquí, a veces estamos convencidos de que hay sketches que van a funcionar muy bien y no es así. También te llevas gratas sorpresas. El público siempre acierta. Te dicen lo que ya intuías pero no te atrevías a reconocer. 



¿Es tan buena la relación entre los cómicos de Almería, no surgen los egos?



Ten en cuenta que además somos amigos y llevamos muchos años trabajando juntos. Es inevitable que en algún momento haya fricciones, pero fricciones sanas, de no ponernos de acuerdo en algún ensayo, pero no va más allá de eso. Tenemos muy buena relación, demasiado buena para la cantidad de años que llevamos juntos. Es sorprendente que todavía no nos hayamos cansado de nosotros [risas]. 



¿Dios los cría y el humor los junta? 

Sí, porque de hecho nos conocimos por eso. No teníamos ningún vínculo y nos conocimos de coincidir porque cada uno iba buscando lo mismo. Yo conocí a Pepe [Céspedes] en una actuación en la jaima de Costacabana en el año 2002. A Kikín lo conocimos después porque él estaba en Madrid haciendo una serie con Patricia Conde y salía en Los Serrano. A Alvarito lo conocí en el aula de teatro de la Universidad. A Labordeta porque hacía café teatro en el Zaguán…


Estar con el grupo tiene que ser una fiesta, ¿o hablan en serio? 

Sí, de hecho no estamos haciendo chistes todo el rato. A las parejas de los cómicos les suelen decir mucho eso de ‘tú con este estarás todo el día entretenida’ y no hay una sola que diga que sí… [risas]. 


¿Tienen mala sombra?

Bueno, es que uno tiene sentido del humor, pero normalmente un cómico tiene una visión mucho más crítica, cínica incluso, de la vida que la gente normal. Por eso la gente se lleva muchas sorpresas. Yo sé que lo dice mucha gente, ‘a Paco lo conocí y es muy serio’, aparte de que soy tímido también.


Cualquiera lo diría. 

Claro. Pero Fernando Fernán-Gómez decía que él en el escenario no era tímido porque sabía lo que iba a pasar, y en la vida, no. Es una descripción muy acertada. 


¿Cómo llegó al humor? 

Era muy joven, tendría 19 años, ya hacía teatro en el instituto y me gustaba mucho el humor y actuar. Imagínate en los años 90, fui dando con compañías de teatro y siempre se hacía comedia. No fue una cosa que buscara específicamente, pero siempre caía en proyectos cómicos. Tengo vis cómica, eso lo sé, supongo que por eso no he hecho nada que no sea comedia realmente. 




¿Y le gustaría otra cosa?

Si el proyecto está bien, sin duda alguna. Aunque soy muy feliz haciendo comedia. No soy de esa gente que está acomplejado porque considera que está infravalorado. Yo disfruto tanto la comedia que no me importa no hacer nada más en mi vida. La verdad es que estar en un escenario escuchando la risa del público y encima saber que han pagado, iba a decir que no tiene precio, pero sí lo tiene, el que pagan ellos [risas]. 


¿Hay algo más serio que hacer humor? 

Mmm, qué bueno eso. El humor es la forma más seria de contar las cosas, dijo una vez Alex de la Iglesia. En realidad, es la mejor actitud ante la vida. La forma de tomarse en serio la vida es a través del humor, sin duda alguna. 


¿Por qué ha triunfado tanto en los últimos años el género del monólogo?

Bueno, era algo nuevo, que en España no se hacía. Ya la novedad es un elemento que funciona. Es un género muy directo, llega inmediatamente, de forma coloquial. Es como la esencia de la comedia. Lo que ahora llamamos igual que en Estados Unidos, stand-up comedy. Una comedia teatral es algo mucho más rico en elementos, hay más actores, requiere de una situación previa para provocar la carcajada. En la stand-up comedy no hay tiempo, hay que hacer reír ya. Veinte minutos de monólogo son veinte minutos de muchas risas, y se puede hacer en cualquier sitio, por eso creo que funciona tan bien. 


¿Hay tanto de improvisación como parece?

No, no lo hay.  


¿Cuánto cuenta?

Cada cómico te dirá una cosa distinta. En mi caso, será un diez por ciento. La improvisación como tal no existe. Hasta los espectáculos de impro están basados en un guión. En los monólogos improvisas sobre algo que ya tienes escrito y conoces muy bien, y de repente se te ocurre algo y vas probando. Ahí cada cómico tiene su estilo. 


¿Usted escribe mucho?

Es raro que diga algo en el escenario que no haya escrito. 


¿Se puede vivir bien de esto? 

Se puede, depende de cómo se lo monte cada uno. Los comienzos son duros siempre. Yo tuve la suerte de ser de la generación que comenzó antes de la crisis de 2008. Entonces se grababan monólogos en televisión, había locales programando por toda España. Eso voló por los aires después de la crisis. Ahora es más difícil. Por un lado, los cómicos nuevos se encuentran un público formado, hay menos sitios para actuar, pero son de esto. Pero, por otro lado, no hay donde grabar tu material en televisión. Y luego está lo que llaman encontrar tu propia voz en la comedia. Yo soy de la primera generación que hacía comedia, nadie se parecía a nadie. 




¿Tiene temas tabú o se autocensura con algunos?

Yo creo que todo, absolutamente todo, es susceptible de convertirse en un chiste si sabes cómo hacerlo. 


Se pueden herir sensibilidades. 

Bueno, sí, pero ¿qué sensibilidad vale más que otra? ¿Quién decide quién tiene más derecho a ofenderse? Es muy difícil medir eso. ¿Tienen más derecho a ofenderse por los chistes que tengan que ver con la religión o los movimientos sociales? ¿Y por qué no tiene derecho a ofenderse el guardia civil del que tantos chistes se han hecho o tu madre por hablar de ella cuando te pegaba con la zapatilla? Realmente no hay una tabla sagrada. Bueno, hay una tabla sagrada, sí.


¿A qué se refiere?

Hay una ley que este gobierno no deroga, que es la ley mordaza. Están los delitos de ofensa a los sentimientos religiosos, por ejemplo, o el delito de injurias a la corona, por enumerarte dos, que afectan a la libertad de expresión. En mi caso, ahora que está la sociedad tan polarizada, intento no hablar de eso. Me parece una saturación subir al escenario y hablarles de lo mismo que llevan hablando todo el día. Cada vez aspiro más a hacer humor blanco, será cosa de cumplir años. 


¿Alguna vez alguien con influencia le ha pedido que de eso no hable?

No, nunca. En televisión yo aprendí los monólogos en Paramount con los correctores de guiones, los que nos decían cómo se hacía en Estados Unidos. Estaban Ricardo Castella, Juan Diego Martín y Ángel Martín y nunca nos dijeron no habléis de algo. También es verdad que era una época en la que no había tanta crispación. Y, si sabes cómo hacerlo, el público se ríe con todo. Las redes sociales son otra cosa. 


¿Ha tenido algún disgusto en las redes sociales? 

No, se lo han llevado conmigo [risas]. Es imposible gustar a todo el mundo. Seguro que Cantinflas, Chaplin, Gila, había mucha gente a la que no le gustaban. Y luego no siempre los chistes son igual de acertados. Afortunadamente eso es algo que hace tiempo dejó de importarme [risas].


Una de sus temáticas es el almeriensismo, ¿tan cómicos podemos llegar a ser?

Los almerienses, hasta hace un tiempo, hemos estado hasta acomplejados. Eso de ver a alguien hablando en almeriense en televisión, y que te diera vergüenza [risas], fíjate qué absurdo. De ahí hemos pasado a sacar pecho, y ahora nos hemos venido muy arriba. El humor almeriense es muy retestinao, no es la malafollá granaína, es otra cosa. Nosotros nos reímos con cosas con las que no se ríe la mayoría y eso se debe al aislamiento. 


Este humor localista es para introducidos. ¿Eso limita el público?

Realmente no. Cuando jugamos en casa nos reímos muchísimo con los localismos y a veces nos pasamos [risas], pero normalmente nuestras comedias son ya universales, tienen acento, no estamos para nada acomplejados, sino más bien todo lo contrario, pero son historias que se podrían hacer en cualquier otro lugar. Actuamos fuera e incluso aquí en el Cervantes en verano te encontrabas muchos turistas. Había gente de Galicia, y te decían, ha habido dos cosas que no he entendido pero me he descojonao igualmente … [risas]


¿Cuáles son los universales del humor?

No hay nada como el payaso clásico y el clown. Tricicle decían que ellos no hablaban en el escenario porque así actuaban por todo el mundo. Quizá lo que limita es el lenguaje, no sólo en comedia. No es lo mismo ver Hamlet en inglés que traducido al español. Al final, las cosas que funcionan siempre son las mismas. Son las relaciones de pareja, familiares, laborales, sociales. En realidad, la gente se ríe de su comportamiento y del de los demás. 


¿No hay nada mejor que reírse de sí mismo?

Totalmente. Es una cosa que hay que poner más en práctica en estos tiempos, estamos muy en reírnos de los demás, y, si nos ponemos un espejo delante, seguramente nos reiremos mucho. 


¿Qué es lo más bonito que le han dicho?

Gente que ha estado en el hospital fatal y se reía viendo tus videos o que te recuerda porque algún familiar que ya murió era fan. Eso es una cosa que no acabo de asimilar, que hay gente que iba a verme y que ha muerto. Son espectadores que recuerdo. 


¿Recuerda alguna mala experiencia? 

Joder, hay veinte mil… Esto fue en Carboneras, ese día estaba absolutamente lleno de guiris borrachos. Lo que hice fue ponerme a cantar por Engelbert Humperdinck, un cantante del estilo de Tom Jones muy famoso en Europa, tenía una canción muy conocida, 'Please release me' [entona la canción] Y entonces los guiris con las cervezas empezaron a cantarla conmigo, se tranquilizaron y ya pude hacer el resto del espectáculo [risas], pero esa no es mala realmente… Mira, por ejemplo, los bolos privados normalmente se pagan muy bien pero yo ya no hago porque cuando hay alcohol y estás en la casa de alguien, hay una relación que no es la misma. Mi peor experiencia fue hace muchísimos años en un bolo privado que cuando terminé me tiraron con ropa a la piscina. 


¿Porque no les gustó o qué? 

Fue como una broma entre ellos. Eso que pasaba antes en España, vamos a tirar al cómico o al músico. Yo era muy joven. Pero luego estuvieron como un año disculpándose, mandándome cervezas al camerino… [risas]. 




Si piensa en un personaje público, almeriense o no, ¿cuál tiene un buen chiste? 

[Piensa]… esto es muy difícil, el que yo creo no sé si lo puedo decir [risas]... Mira, mejor no pongas nada porque es imposible salir ileso de esto [risas]. Mejor que no sea almeriense. ¿Quién tiene un buen chiste? Nacho Cano, con lo de la pirámide, creo que es el tío más interesante desde un punto de vista cómico en este momento. 


¿Hay alguna escena costumbrista almeriense que no hayan tocado todavía?

No hemos hecho, por ejemplo, nada de la romería de Torregarcía. Pero de costumbrismo almeriense hemos hecho las moragas, los caracoles, el cañillo, la Feria, la Semana Santa. No solo las fiestas, cosas que hace la gente, creo que ahí acertamos. Antes de nosotros y para ser justos, no se hablaba almeriense en un escenario, fue una sorpresa. El monólogo que grabó Pepe en Paramount, que hablaba de las migas, fue la sensación de decir, fíjate, habla de lo nuestro. 


Sin falsa modestia, ¿tienen conciencia de haber creado escuela?

En realidad no, porque si hubiésemos creado escuela habría ahora alumnos [risas]. Dentro del mundo teatrero almeriense, hay mucha gente haciendo de todo, pero es verdad que no hay gente que haga comedia como la que hacemos nosotros. Cumplir años tiene cosas buenas, ahora vas a cualquier sitio y llenas. Yo creo que la sensación esa de que hemos creado escuela está más en el público que en la realidad.


Las personas del espectáculo, ¿cómo habéis podido pasar esta pandemia?

Lo que pasa es que no se distinguía mucho mi vida en el confinamiento que sin él, porque tengo que escribir muchos guiones, y yo ya hago vida familiar. Sí notaba lo de no actuar durante tanto tiempo, eso fue muy duro, porque luego recuperar el ritmo, la memoria, me costó. De hecho, este verano decidí que todos los bolos los iba a compartir. Ahora te bajas del escenario y se te acerca un montón de gente a decirte que qué ganas tenían de reírse, lo notas incluso en cómo se ríen y aplauden con más intensidad que antes. 


¿La risa es terapéutica?

Sin duda. Una buena panzá de reír te deja nuevo. Es como ir al gimnasio [risas].


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