Se acerca la noche de San Juan, una celebración con mucho arraigo en Almería que reúne cada madrugada del 23 al 24 de junio a miles de personas en las playas de la capital. El fuego, la fiesta y la tradición predominan en esta cita que ha cambiado mucho en las últimas dos décadas, perdiendo una histórica liturgia que se palpaba en cada barrio de la ciudad incluso varios meses antes del gran día de las hogueras en el que los almerienses daban la bienvenida al siempre ansiado verano.
San Juan, hasta finales de los años 90, no solamente era hacer una barbacoa con familiares o amigos sobre la arena, encender el fuego y lavarse los ojos con agua del mar a medianoche. Era mucho más que eso. Los críos de cada vecindario eran protagonistas desde el comienzo de la primavera de una labor que nutría de ilusión el alma de esta festividad: hacer acopio de muebles viejos para tener la hoguera más grande de toda la playa.
Aunque fuese marzo, si un grupo de chavales, de camino a las pistas de fútbol, pasaba por al lado de un contenedor en el que hubiese una puerta o un par de sillas de madera, el plan de la tarde cambiaba. Entre todos cogían dichos enseres pensando en la noche del 23 de junio y los transportaban a su 'cuartel general'. Normalmente siempre había una cochera de algún familiar o vecino del barrio en la que ir guardando las maderas, aunque la esquina de un descampado (cuando aún había) también era refugio durante meses de los muebles que acabarían siendo pasto de las llamas.
Los carros del supermercado
Los críos, cuando las fuerzas a veces no daban para llevar a peso una gran cantidad de maderas, ponían en marcha una logística de transporte a coste cero que se basaba en usar los propios contenedores o los carros de los supermercados más conocidos de la época para cargar los enseres. Era una procesión habitual por muchas calles de Almería en las semanas previas a San Juan que ya se ha perdido.
De transportistas, los niños pasaban a ser ingenieros, arquitectos y constructores la tarde del 23 de junio. Con toda la madera recolectada empezaban a erigir sobre la arena una gran torre que siempre estaba coronada por una bandera o muñeco. Los jóvenes de la zona conocida como 'Gata Negra', nombre de un mítico prostíbulo que estaba ubicado en calle Quesada, ponían en la cima de su gran hoguera algo del Real Madrid un año y al siguiente alguna prenda del Barça, para que nadie se cabrease cuando las llamas lo devorasen todo.
La hoguera más grande
A las doce de la noche decenas de grandes hogueras, que superaban incluso la altura de un primer piso, iluminaban la playa de El Zapillo, donde los diferentes barrios competían, de forma sana, por ver cuál era la pira más lustrosa. Pero todo ha ido cambiando. Las distintas normativas municipales, como no usar enseres que contengan clavos para evitar que nadie resulte herido días después a la celebración, y las numerosas tendencias de ocio de las nuevas generaciones, con más presencia frente a una pantalla que en un parque, fueron apagando toda esta liturgia de la chavalería en torno a la noche de San Juan.
Ya no suelen verse carros cargados de maderas, esos que eran empujados por previsores niños y niñas de barrio que esperaban ansiosos la llegada del verano para decir adiós al colegio durante unos meses. Críos que ya son adultos y no encontraron herederos en sus respectivos vecindarios para cederles el testigo de ese ilusionante proceso de preparación de un San Juan que en Almería ha ido perdiendo, pese a seguir siendo una celebración multitudinaria, parte de su esencia.
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