La historia de una familia que lleva 40 años repartiendo suerte en Almería

En un rincón de Almería, en un pequeño despacho de loterías fundado en 1986, se tejen historias de sueños cumplidos y alegrías compartidas. Dionisia Belmonte fue la impulsora, pero su hija, quien entonces tenía 22 años, se sumó al negocio que hoy lidera. Desde entonces, la Administración Nº1 de Vícar ha sido testigo de momentos que han marcado tanto a sus propietarios como al pueblo que lleva el nombre de su negocio. Estela Alonso y José Luis Ayuso son sus actuales gerentes.

“Abrimos en el 86, y apenas cuatro meses después dimos un premio de los grandes”, recuerdan con orgullo. Se trataba de uno de los quintos premios de la Lotería de Navidad de ese año, premiado con 850 millones de pesetas. Cada décimo estaba valorado en 2,5 millones de pesetas, una cantidad que entonces cambió la vida de muchos. “La gente se compró casas, coches, y hasta les sobraba dinero. Eran otros tiempos”.

Ese premio no solo llenó de alegría a los vecinos, sino que catapultó la fama del negocio. “Nos conocieron personas que no habían oído hablar de nosotros. A partir de ahí, siguieron llegando premios: Quinielas, Primitivas... hasta dimos el Gordo de Navidad en 2018”.

A través de los años

El negocio tiene una costumbre especial: seleccionan un número que se vende exclusivamente en ventanilla. “Es algo nuestro, un guiño al pueblo”. Esto ha hecho que, cuando toca, las celebraciones sean colectivas. “Nos encanta ver cómo la alegría se reparte por todo el pueblo. Es algo muy distinto a que le toque a una sola persona”.

La tradición pasa de padres a hijos y de abuelos a nietos, por lo que “hay familias que llevan jugando el mismo número durante generaciones”. En este negocio, los números tienen historias propias. Algunos clientes llegan guiados por sueños, fechas especiales o simples corazonadas. Una vez, una señora acabó llevándose un número que a primera vista no le convencía. “Hicimos todas las combinaciones posibles con su fecha de nacimiento, pero acabó saliendo uno que no le gustaba. Era feo, decía, pero al final lo compró y ganó 400.000 euros. Nos llamó emocionada para agradecerlo”, recuerdan.

La superstición, por descontado, siempre está a la orden del día. “A la gente no le gustan los números feos, los que son muy altos o demasiado bajos o los que tienen cifras repetidas. Hay gente que no quiere mirar el número hasta el sorteo y te pide que se lo des doblado”. 

Otros, por su parte, viajan desde lejos para conseguir un número en particular, atraídos por la fama del lugar. “En verano vienen muchos visitantes buscando ese ‘número especial’ que quieren llevarse como recuerdo o esperanza”. El negocio, situado en El Parador, también vive entre los límites de dos municipios, lo que a veces genera confusión entre los clientes. “Es curioso, porque hasta el color de las aceras marca si estás en Roquetas o en Vícar. A veces hasta Google Maps se confunde”, comentan entre risas.

Pese a las anécdotas y las dificultades, lo que más enorgullece a sus propietarios es el vínculo que han creado con la comunidad. “Aquí no solo se vende lotería, también repartimos ilusiones. Cuando la suerte sonríe, todo el pueblo lo celebra como propio”.

Legado

Ambos tienen la ilusión de que el negocio continúe ligado a la familia a través de su hijo. Sin embargo, esperan que sea desde una posición “menos esclava”. “Nos gustaría que lo mantuviese, que le perteneciera, pero este es un negocio al que hay que dedicarle muchas horas”, confiesan.

Ahora, con la llegada del Sorteo del Niño, las expectativas vuelven a estar altas. Mientras, los vecinos hacen cola en ventanilla para llevarse “el número de la suerte” de esta pequeña administración de loterías.