Diario de una cuarentena (VI): Domingos metafísicos

El fin de semana ha tenido un poco de fin de semana y eso me gusta. Los ruidos que llegaban de la calle denotaban cierto trasiego a pesar de estos tiempos extraños que vivimos. El sábado, en la puerta del único comercio que sigue abierto había una de esas colas que se ven ahora con gente respetando la distancia de seguridad. El domingo, la nada. Lo de siempre en Almería. Una ciudad que ya era apocalíptica el último día de la semana antes de que decretaran el estado de alarma. Mi amiga Carmen los llama domingos metafísicos.

Ya lo sabéis, me he tomado el fin de semana de descanso. Os podría decir que para no agotar, pero también porque voy a sufrir ahora que las dos semanas de cuarentena se han convertido en un mes y quién sabe si más. Lo decidí el sábado cuando leí la crónica del periodista Manuel León y comprobé que estamos a dos columnas de poner el mismo titular.

A las 12.58 horas, me ha entrado un correo electrónico del fotógrafo Antonio Jesús García ‘Ché’ con seis nuevas instantáneas para ilustrar mis artículos. No sé si es una forma de decirme que no me juegue el tipo echándome a la calle en busca de imágenes, o más bien un modo sutil de dejarme claro que mis fotos son una mierda.

De modo que aquí estoy, aprovechando que España echa la siesta para mirar un poco para dentro y olvidarme del bombardeo de memes malos y noticias peores que nos acechan. Digo esto yo, que rezo cada mañana mientras enciendo el módem pensando que como las ratas que viven en los tubos de Internet se coman mi cable, me toca pedir el exilio en la embajada de mi pueblo.

Un amigo al que siempre escucho con los oídos muy abiertos me ha comentado que llevo el encierro muy bien. Me he parado a pensar y se me ha ocurrido que es porque he interiorizado que la mejor forma de cuidar a los que quiero es mantenerme animada. Luego he reflexionado sobre cómo esa actitud repetida en cada casa de cada familia convierte a España en un ejército imbatible contra el coronavirus. Perdonad que me ponga marcial, pero el otro día un vecino puso el himno nacional y me emocioné un poquito.

Por cierto, ya tengo mascarilla. Me la ha regalado una amiga a la que le han hecho un ERTE. Dice que yo la usaré más. Sabe que en este oficio a veces es necesario taparse la nariz.