Historias almerienses sobre el paisaje (X): Habitar el subsuelo

Una serie que aspira a intervenir en la percepción de la realidad geográfica y territorial

Refugios de la Guerra Civil.
Refugios de la Guerra Civil. Ayto. Almería
Rodolfo Caparrós
16:41 • 10 dic. 2020 / actualizado a las 07:00 • 11 dic. 2020

Cuando la vida se hace difícil en la superficie terrestre, siempre cabe la posibilidad de habitar el subsuelo. En un sitio tan hermoso, pero tan ingrato y peligroso como Almería, la relación con el subsuelo va desgranando un guión de pequeños episodios que componen una gran historia. Esta historia nos permite trazar un vínculo entre hechos que, por la forma de organizarse nuestro conocimiento, suelen comparecer aislados, perdiendo así su capacidad de explicarse a sí mismos y de conmovernos con su significado.

Abrigos y cuevas



La primera gran revolución civilizatoria de nuestra especie es el paso del paleolítico al neolítico; el paso del nomadismo, basado en el consumo itinerante, al sedentarismo, basado en la producción. En el tránsito entre los dos modelos, abrigos y cuevas naturales cumplen eventualmente el papel de resguardo y protección ante los elementos. En ese confinamiento momentáneo, que supone la suspensión de la vida en movimiento, surge una introspección que se expresa en inscripciones en las paredes de cuevas y abrigos. Gran parte de la provincia pertenece al ámbito del arte rupestre levantino (del Arco Mediterráneo, según la terminología de la UNESCO), con manifestaciones espectaculares en la comarca de los Vélez, como la Cueva de Ambrosio o la Cueva de los Letreros, que cubren la secuencia de las variantes de arte paleolítico, levantino y esquemático. Estos abrigos y cuevas naturales responden a la frecuente presencia de los paquetes calizos en los distintos complejos litológicos de la provincia (en especial en el alpujárride en la mayor parte de la provincia y en el maláguide en la parte norte).

El trogloditismo. Las casas-cueva



Tanto en el hábitat en ladera como en las primeras colonizaciones del ámbito sedimentario, surge la oportunidad de excavar cuevas que sirven de alojamiento estable. La provincia está llena de estas manifestaciones, que, con frecuencia, suponen el origen de núcleos de población que crecerán con el tiempo. Una tipología muy propia del sureste, y, desde luego, muy almeriense. Casas con una parte construida y otra excavada, las casas-cueva, permanecen en la toponimia como recuerdo de esa aventura pionera: Cuevas del Almanzora, Cuevas de los Medinas, Cuevas de los Úbedas...








Los metales en las laderas



La explotación de minerales metálicos desde la prehistoria es una manifestación espectacular de esta penetración en el subsuelo. A lo largo del “siglo minero”, la provincia en su conjunto se entregó a estas actividades, en ciclos económicos que van activando los cotos mineros de toda la provincia: el plomo el Gádor, la plata en Almagrera, el hierro en Serón, Bacares, Beires y Sierra Alhamilla, el oro en Rodalquilar. La lucha con las entrañas de la tierra forma parte del ADN almeriense desde entonces, y está en la base de uno de los momentos estelares de nuestra reciente historia económica.





Las minas de agua



El agua que se almacena en el subsuelo es objeto de explotación mediante diferentes técnicas: minas, cimbras y qanats comparten con la minería clásica la lógica de perforación; pozos y norias son manifestación pionera de lo que más tarde serían profundos sondeos, desencadenantes de unos aprovechamientos agrícolas que transformaron profundamente las formas de cultivo y la estructura demográfica, social y económica de la provincia.




Refugio

En circunstancias trágicas, se produce la excavación de los refugios de la Guerra Civil en la capital y en otras localidades de la provincia. Difícilmente se podría haber emprendido dicha empresa sin contar con un profundo conocimiento de las técnicas mineras y con una disponibilidad de habilidades laborales y profesionales acumuladas a lo largo de siglos de faena bajo tierra. De esta forma, los Refugios de la Guerra Civil suponen una manifestación adicional de la intensa relación de los almerienses con el subsuelo.

Con frecuencia, y cabalmente, se invocan el enraizamiento y la identificación con la tierra como condiciones de desarrollo socio-cultural. Conviene recordar al respecto que la identidad almeriense se forja en una relación penetrante y nada metafórica con el terreno.

La próxima semana, en Virado a Jibia, exploraremos la “posibilidad de una isla”.


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