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Historias almerienses sobre el paisaje (I): A la defensiva
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Historias almerienses sobre el paisaje (II): Laderas y balates
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Historias almerienses sobre el paisaje (III): Un modelo de sedimentación humana
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Historias almerienses sobre el paisaje (IV): Un sotavento mediterráneo
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Historias almerienses sobre paisaje (V): El “gobierno” del agua
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Historias almerienses sobre el paisaje (VI): El gran vacío del sureste
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Historias almerienses sobre el paisaje (VII): La región urbana Almería-Poniente
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Historias almerienses sobre el paisaje (VIII): El modelo turístico
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Historias almerienses sobre el paisaje (IX): Extrañamiento
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Historias almerienses sobre el paisaje (X): Habitar el subsuelo
Los factores que explican el aislamiento de Almería y sus características han sido ya comentados en distintas entregas de esta serie (VJ3 Un modelo de sedimentación humana; VJ6 El gran vacío del sureste; VJ7 La región urbana Almería-Poniente).
Pero, aunque tengan una raíz lingüística común, una cosa es el aislamiento y otra la insularidad. Plantear la insularidad de Almería, más allá de su carácter metafórico, invita a un ejercicio de geografía-ficción, que podría tener los siguientes items.
Islas del Mediterráneo
Con sus 8.774 km2, Almería sería la cuarta isla del Mediterráneo por superficie, detrás de Sicilia (25.426), Cerdeña (24.090) y Chipre (9.251). Almería es solo 52 km2 más grande que Córcega, que le seguiría en quinto lugar, y 438 km2 más grande que Creta, que ocuparía el sexto lugar. Sería, con gran diferencia, la isla española más grande. A mucha distancia se situaría la isla de Mallorca (3.640 Km2). La superficie de Almería es mayor que la de todo el archipiélago canario (7.493 km2).
La costa de Barlovento
Sin duda, el gran tema de geografía-ficción de la isla de Almería es imaginar cómo sería la costa de Barlovento (todo el actual límite con la provincia de Granada). La primera imagen que vislumbramos es la de una costa con acantilados de más de 2.500 m., que corresponderían con las cotas del Chullo y el Almirez (Sierra Nevada). Pero, incluso dentro de la ficción, un litoral así no sería verosímil. La erosión marina habría modelado una costa que, aunque escarpada, generaría su propia vertiente litoral.
Esta parte de la isla sería mucho más húmeda que el resto, por su situación respecto a las situaciones atmosféricas de poniente, dominantes en nuestras latitudes. Las grandes cuencas del Andarax, Nacimiento y Almanzora se partirían, aportando la parte más occidental de sus caudales a una nueva red hidrográfica que desembocaría en este de barlovento. Su acción sedimentaria crearía una plataforma litoral, de mayor extensión junto a las desembocaduras de los distintos rios. Estas plataformas litorales junto a la red hidrográfica albergarían núcleos de población, originariamente vinculados con el manejo de sus vegas, pero cada vez más desvinculados de ellas, por el proceso de terciarización y de urbanización vacacional y turística.
La movilidad insular
Otro aspecto que sufriría un cambio radical es el del “dibujo” de las infraestructuras de transporte terrestre, carreteras y ferrocarril. Tenderían a adoptar una estructura circular, para conectar las distintas localidades litorales del perímetro de la isla. Desde Huércal-Overa, a través de Santa María de Nieva se conectaría con el pasillo de Chirivel. Desde Berja, el viario principal de la isla se dirigiría a Fiñana, a traves de las localidades costeras de Alcolea, Paterna y Bayárcal. El ferrocarril conectaría entre sí los cuatro principales puertos de la isla: Almería, Garrucha, Alcóntar y Fiñana.
La posibilidad de una isla
Por divertido que sea nuestro ejercicio de geografía-ficción, nuestra insularidad es solo metafórica. Pero es una metáfora muy potente, y nos permite fabular sobre procesos físicos y territoriales, lo que nos hace comprender mejor cómo se ha conformado nuestra realidad actual.
El sugerente título del relato de Houellebecq nos invita también a pensar en nuestras posibilidades de futuro. Podemos seguir luchando contra el aislamiento reclamando mejores infraestructuras de comunicación. Son necesarias y útiles, y es justo que las reclamemos. Pero no son mágicas.
Los auténticos retos de desarrollo territorial de la provincia tienen que ver con factores mucho más domésticos: son los retos de integración ambiental y sociolaboral en torno a la producción primaria; los del reequilibrio territorial entre el litoral y el interior; los de la salvaguarda y promoción de nuestros elementos patrimoniales, que dan cuenta de nuestra identidad profunda y persistente; los del posicionamiento turístico; los del reencuentro con el paisaje, nuestra principal materia prima.
Y, sobre todo, el fortalecimiento de un sentido de comunidad que nos implique en los proyectos y nos convierta en protagonistas de nuestra historia. Estamos aislados, pero no malditos. Tenemos una posibilidad: la posibilidad de una isla.
La próxima semana, nos acercaremos a algunas claves para interpretar el paisaje almeriense.
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