-
Diario de una cuarentena (I): Espío a mis vecinos
-
Diario de una cuarentena (II): Mensaje en una botella
-
Diario de una cuarentena (III): Miedo atávico
-
Diario de una cuarentena (IV): La lista de la compra
-
Diario de una cuarentena (V): El último día en la tierra
-
Diario de una cuarentena (VI): Domingos metafísicos
-
Diario de una cuarentena (VII): La chica del búnker
-
Diario de una cuarentena (VIII): Pura supervivencia
-
Diario de una cuarentena (IX): Un plato de guisillo para tu vecina
-
Diario de una cuarentena (X): El banco de tu pueblo
-
Diario de una cuarentena (XI): Hacer los ejercicios
-
Diario de una cuarentena (XII): Un ciclista en el garaje
-
Diario de una cuarentena (XIII): La Policía del visillo
-
Diario de una cuarentena (XIV): Teoría contra el pesimismo
Imaginemos que llaman a la puerta. Nos asomamos por la mirilla y vemos una cara desconocida. La duda nos asalta. Abrir es poner en riesgo a nuestra familia, quizá hasta incumplir las reglas de este arresto domiciliario al que estamos sometidos. Pero mantener la puerta cerrada, con los tiempos que corren y tanta gente en apuros, es si no mezquino, casi de mala educación. ¿Y si fuésemos nosotros los que estamos al otro lado de la puerta?
Si yo abriese esa puerta, el desconocido empezaría por tropezar con el cable de Internet. Está tirante porque me faltan enchufes para teletrabajar. Y pasar por ahí es volver al patio del colegio y jugar a saltar al elástico. El microondas y la pantalla del ordenador comparten otro enchufe, cuyo cable tampoco toca suelo, de modo que mi apartamento ahora está lleno de trampas. Eso es guay en caso de que el misterioso visitante albergue oscuras intenciones. Y un fastidio cuando recorro la casa recién levantada. Me gusta pensar en mi pisito como en la escena de ‘La trampa’ en la que Catherine Zeta-Jones va sorteando rayos X mientras ensaya uno de los robos. El problema es que yo soy más Pepe Viyuela.
Hablando de rayos X, tengo un amigo que propone inventar un sistema para detectar si nos hemos traído el coronavirus pegado en la suela del zapato o agarrado a la mochila. Como ese que se utiliza en las series policíacas para encontrar las huellas del crimen. Así me ahorraría los dos cumpleaños feliz seguidos que canto cada vez que me lavo las manos y que ya empiezan a cansar.
Porque esta guerra no se reduce a los hospitales, la hacemos todos. Dice el escritor Miguel Ángel Muñoz que es algo marciano estar feliz en casa mientras te dicen que estás librando una batalla. La libra a diario Lola Córdoba que, a sus 87, hace gimnasia, escucha a Rozalén, recibe llamadas de su interminable familia y solo sufre un poquito si se queda sin bolis para el crucigrama. Igual que Ángeles Vasserot que, con 79, se ha hecho un circuito que repite diez veces hasta sumar un kilómetro y manda a su hijo al mercado a por “carne jugosa de Juan, él sabe cuál es; pescado para pimentón (las niñas saben el que me gusta); a Antonio le pides fresas, que no sean de corcho, y alcachofas de las duritas”.
Os dejo, voy a jugarme el tipo a Mercadona. Creo que hoy también le plantaré cara al dichoso virus.
Apúntate a nuestro boletín especial, hoy más que nunca es importante estar bien informado
Por
eso, lanzamos un boletín de actualización con la información esencial
sobre el coronavirus y recursos útiles. Ante tanto volumen de
información, queremos centrarnos en una cobertura veraz y contrastada que explique cómo se está adaptando el mundo y Almería a esta circunstancia sin precedentes.
Haz clic aquí para suscribirte. Selecciona "Boletín de Noticias" y sigue los pasos, recibirás en tu correo la actualización diaria.
Si no recibes el correo, revisa tu carpeta de spam.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/5/vivir/190338/diario-de-una-cuarentena-xv-la-trampa