-
Diario de una cuarentena (I): Espío a mis vecinos
-
Diario de una cuarentena (II): Mensaje en una botella
-
Diario de una cuarentena (III): Miedo atávico
-
Diario de una cuarentena (IV): La lista de la compra
-
Diario de una cuarentena (V): El último día en la tierra
-
Diario de una cuarentena (VI): Domingos metafísicos
-
Diario de una cuarentena (VII): La chica del búnker
-
Diario de una cuarentena (VIII): Pura supervivencia
-
Diario de una cuarentena (IX): Un plato de guisillo para tu vecina
-
Diario de una cuarentena (X): El banco de tu pueblo
-
Diario de una cuarentena (XI): Hacer los ejercicios
-
Diario de una cuarentena (XII): Un ciclista en el garaje
-
Diario de una cuarentena (XIII): La Policía del visillo
-
Diario de una cuarentena (XIV): Teoría contra el pesimismo
-
Diario de una cuarentena (XVI): Incursión extraterrestre
-
Diario de una cuarentena (XVII): Romeo de balcón
-
Diario de una cuarentena (XVIII): Secuestro en territorio amigo
-
Diario de una cuarentena (XIX): Un robo en la escalera
-
Diario de una cuarentena (XX): Una carta en el buzón
-
Diario de una cuarentena (XXI): Sofá, chándal y dos kilos de más
-
Diario de una cuarentena (XXII): Una diva confinada
-
Diario de una cuarentena (XXIII): Muevo vasos con la mente
Chico conoce a chica y se siente atraído por el color de sus ojos, de un verde difícil de descifrar que al menos él no ha visto en toda su vida. Imposible no aceptar su oferta de seguirla en un viaje por Portugal. La pandemia del coronavirus los coge allí y deciden alquilar una cabaña a treinta kilómetros de Coímbra y pasar juntos la cuarentena. Apenas la conoce y pronto empieza a inquietarse por el comportamiento de ella, que se pasa el día mirando a una chimenea apagada y la noche afilando cuchillos.
Chica conoce a chica y deciden escaparse juntas a Roma, la ciudad eterna. Una vez allí, el síndrome de Stendhal no tiene nada que ver con la fascinación por contemplar la armonía del Panteón o la inmensidad de la Capilla Sixtina. La elevación del ritmo cardíaco, el temblor y palpitaciones se desatan cuando observa la belleza de su compañera de viaje. De vuelta a España, ya confinadas, busca un remedio para rebajar ese amor que le explota en el pecho y se escapa por las ventanas de casa.
Hoy he escuchado en la radio, en el programa de Àngels Barceló, algo parecido a la versión que acabo de describir de dos historias de amor en tiempos del Covid-19. Como un resorte me han venido a la mente otras de las que he tenido noticia desde que se decretó el estado de alarma. De modo que he decidido dar correa a la sentimental que llevo dentro y que mantengo atada en corto a la hora de escribir este diario. Si a mí me conmueve oírlas, a vosotros también leerlas. Funciona así, ¿no?
Pareja tiene dudas sobre su futuro. Tras cinco años juntos, se han dado cuenta de que le piden cosas distintas a la relación. La cuarentena los mantiene bajo el mismo techo y, en esta situación límite, la convivencia se deteriora. Las cualidades de ayer se convierten en defectos y los planes en problemas insalvables. Hasta que ella da positivo. Ahora él la cuida con esmero. Quién sabe si seguirán juntos, pero esto los unirá de por vida.
Chica quiere a chico y chico quiere a chica. Llevan unos meses juntos, pero lo suyo es un noviazgo antiguo. Es así desde que él la sacó a bailar sobre el eje de rotación de la tierra. Tienen un fin de semana programado fuera y deciden ir a pesar de que el coronavirus se extiende por el país a velocidad de vértigo. En mitad de la escapada, la preocupación se apodera de él, que se pone pesado con la idea de regresar. Vuelven, las noticias son cada vez más irreales y la amenaza del cierre de la carreteras adquiere cierta viscosidad. Aún viven en ciudades distintas y lo cierto es que se tienen que separar. La despedida deja una pregunta en el aire: ¿Y si no te vuelvo a ver?
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/5/vivir/191381/diario-de-una-cuarentena-xxiv-y-si-no-te-vuelvo-a-ver